El fin de las ilusiones. Entrevista a Stéphane Brizé (Éric Moreault)

Esta entrevista al guionista y director francés Stéphane Brizé fue realizada por el crítico Éric Moreault para el periódico canadiense Le Soleil en 2018, a propósito del estreno de su película En guerre.

Traducción: Iván Bustinduy(1)

Stéphane Brizé es uno de los cineastas más relevantes e impactantes de la década, como lo demuestra su recurrente presencia en la competencia oficial de Cannes. Con En guerre, un drama conmovedor que escapa al maniqueísmo, este hombre de origen modesto, que sigue los pasos de cineastas como [Mike] Leigh y [Ken] Loach, diseca el mundo del trabajo con la precisión de un cirujano y el rigor de un periodista de investigación. Elocuente, brillante y reflexivo a la hora de ser entrevistado, el realizador de 51 años conversa con la pasión del personaje principal de su película, un sindicalista que no da el brazo a torcer.

EM: Después de la travesía de adaptar a Maupassant en Une vie (2016), con En guerre volvés al cine social. ¿Qué es lo que motivó ese retorno?

SB: La necesidad de mirar el mundo y de dar testimonio de la indecencia que existe en el mundo laboral. En algún sentido, eso me interesaba también en mi anterior película, Une vie, que fue un proyecto de casi veinte años. En los dos casos lo que quería era mostrar sistemas disfuncionales, pudiendo tratarse del familiar —como en Une vie— o el social, al mismo tiempo que me llamaba la atención cómo un sistema puede atropellar al otro. Las disfuncionalidades del mundo tienen para ofrecer innumerables potencialidades dramáticas. En esas situaciones, me interesa mucho la manera en que el individuo es maltratado.

Hablás del individuo, pero sin embargo dirigís la cámara hacia un grupo de trabajadores que se niegan a aceptar el cierre de su fábrica…

Hablo del individuo con I mayúscula, como decimos [en francés] el Hombre, con H mayúscula. Un sistema disfuncional produce un montón de sufrimiento en muchísima gente. En ese caso, la cámara apunta a los obreros, pero bien podríamos dirigirla hacia los ejecutivos de una empresa —como otros lo han hecho recientemente—. El terreno de la brutalidad es demasiado grande, y alcanza a todos.

Al mismo tiempo, se siente una preocupación por la objetividad en el tratamiento del tema. ¿Te interesaba mostrar las dos caras de la moneda?

Exactamente. Era muy importante para mí poner en contacto dos discursos que están extremadamente consolidados. No se trata de ridiculizar una parte o la otra, por más que hacerlo pueda resultar tentador. Si lo hubiera hecho, habría desacreditado la legitimidad del discurso de los trabajadores. Hay muchísima inteligencia de los dos lados, pero a partir de puntos de vista del mundo que son imposibles de conciliar. Los personajes hablan el mismo idioma, el francés, pero son incapaces de comprenderse. Es una película sobre eso.

Lo que me parece bastante trágico es que muy probablemente los altos ejecutivos de la empresa no crean una palabra de lo que dicen. Esas personas pueden estar totalmente de acuerdo con los argumentos de la otra parte, pero están al servicio de los accionarios. En el proceso de investigación, varios ejecutivos “arrepentidos” me lo dijeron: nuestro trabajo consiste en hablar de un problema de competitividad, cuando el verdadero problema es de rentabilidad: accionarios que quieren ganar más. Se hace que los números digan lo que ellos quieren decir, hay algo deshonesto ahí.

Pongo en escena una empresa que gana dinero, que no está a punto de quebrar. No se trata de un punto de vista político, de izquierdas. Hice como si fuera un periodista y me encontrara con trabajadores, abogados, ejecutivos, jefes, etcétera. Los que estuvieron dispuestos a testificar me contaron lo que pasa del otro lado de la vereda: hay un sistema brutal en el que el jefe tiene que hacer lo que le dicen desde Bruselas, desde Londres, o qué sé yo desde dónde. O sino se tiene que ir. Hay una brutalidad que se ejerce sobre los ejecutivos, también.

Lo fascinante es que esa realidad sistémica ahora es universal…

Es una tragedia. En una época, un millón de personas en las calles de Francia podían mover un poco las cosas. Hoy en día, si no hay un millón de personas al mismo tiempo en París, Londres, Berlín, Madrid, Roma, etcétera, no sirve de nada. Cualquiera lo puede decir: la culpa es de la Unión Europea, de la globalización… En la psique colectiva hay una forma de alienación. Y todo eso está dentro del marco de la ley. La política brinda la estructura para esta situación desde los años ochenta, de forma que sirve a ese sistema.

Hiciste una transposición de ese análisis con una gran preocupación por una estética realista, específicamente al introducir segmentos de televisión que reportan las líneas principales del conflicto de los trabajadores. ¿Pensabas que esa era la mejor forma de rendirle justicia al mismo tiempo a tus propósitos y a los protagonistas?

Era importante introducir los medios, ya que todo surgió a partir de una imagen de televisión de octubre de 2015, en la que los trabajadores de Air France llegaron a enfrentar físicamente a un grupo de ejecutivos, que terminaron con las camisas rasgadas, prácticamente linchados. Pasado el momento de sorpresa, rápidamente me pregunté cómo hombres y mujeres pueden llegar a ese estado de violencia. Algo tiene que estar pasando río arriba. Y hay imágenes que faltan. La ficción me sirve para reconstituir aquellas imágenes que los medios no muestran, mientras que, paradójicamente, nos inundan con imágenes. Se filma todo, pero lo único que se pasa al aire es el espectáculo.(2)

Cuando las camisas rasgadas aparecen en las pantallas, ya no hay más lugar para comprender las reivindicaciones de los trabajadores. ¿Qué pasó antes? La ficción fabrica esas imágenes perdidas. Se volvió importante para mí ser muy honesto con lo que pongo en escena, una responsabilidad de no contar cualquier cosa. No es un film documental, sino que está documentado.

Tanto La loi du marché (2015) como En guerre te valieron una presencia en la competición del Festival de Cannes. ¿Vas a continuar con este impulso?

Debo hacerlo, tengo que alimentar a mi familia [risas]. Para ser honesto, ahora mismo estoy volviendo a trabajar. Encadené tres películas en cuatro años y desde Cannes tengo una suerte de fatiga. Me tomé algunos meses sabiendo qué iba a hacer a la vuelta. Ya tengo algunas reuniones esta semana para iniciar la parte periodística del trabajo y recopilar una masa de información que me va a permitir abordar las cosas de una forma no caricaturesca. La dramaturgia viene después. Y hablará de nuestro mundo, evidentemente…

Notas:

1 Agradezco a Luisa Estrada por los comentarios a la traducción [N. del T.]

2 En otra entrevista, realizada por la revista francesa Marianne, también en 2018, Brizé amplia un poco sobre este tema: “En los medios se habla sin parar de conflictos sociales, pero de manera fragmentada y reduccionista; un tema que la película evoca. Somos asaltados sin descanso por imágenes de cadenas de información, por las notificaciones de nuestros celulares. Sabemos muchas cosas pero, finalmente, no sabemos demasiado. La virtud potencial de una ficción que se alimenta de lo real, y que intenta ponerlo en escena sin traicionarlo, implica permitir el ensamblaje de esos pedazos dispersos”. [N. del T.]

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