• Recuerdos de un volcán rojo profundo
    Un libro así, en el que un artista relata su vida, su carrera, la inspiración para sus obras y anécdotas de rodaje, puede ser o bien un libro de ideas o bien un libro de aventuras. Así como sospechamos que en el diario de rodaje de “Fitzcarraldo” de Herzog lo más emocionante serían las aventuras, pero terminamos enamorándonos de las ideas, en “Paura” hay algunas buenas ideas, pero su mayor belleza reside en las aventuras(…)
  • El fetiche de un afiche de papel
    Toda la película transcurrió de este modo: con la aseveración susurrada constante, certera y específica (ejercía bien la matemática, a diferencia de la mayoría de los cinéfilos que conozco) de la longitud temporal que nos colocaba a nosotros acá y a la representación cinematográfica allá. Una suerte de contraplano numérico y oral en relación a la película que ambos habíamos ido a ver(…)
  • El cine argentino se fue sin decir adiós — Prólogo
    Los textos del auténtico Abel Posadas en “Crear” me deslumbraron. Se podía disentir con él en la narrativa fáctica de algunos hechos pero su abordaje crítico era personalísimo, original y estimulante. Para usar una frase de Alsina, era evidente que Abel Posadas pensaba solo, no estaba en ninguna troika, no le importaba quedar bien con nadie. Ese gesto insolente era —y sigue siendo— rarísimo en el panorama local de la escritura sobre cine, que suele ser casi municipal en sus consensos y camarillas(…)
  • Iván Pinto Veas: “Durante el estallido social, la pregunta por el cine se vivía más que nunca”
    He trabajado cerca de diez años con esta idea de que en estas anomalías y anacronismos hay vías no realizadas, un cine interrumpido. No me interesa la investigación que se sitúa en una tradición historiográfica, publica el libro y nada más; trato de analizar estas películas para que nos digan cosas sobre lo actual y el presente, y me acerco a ellas desde ese lugar, desde una falta contemporánea(…)
  • Cauteloso engaño del sentido
    Al toro lo dejan solo todos, incluidos el cineasta y especialmente la lejana cámara. Los dos primeros planos de la película ilustran bien el problema de identificación de la cámara con sus sujetos: dos toros aparecen en las sombras, sin hacer ruido, sin moverse, esperando algo, sin saber bien qué(…)
  • El resto del iceberg
    Viendo “Los días de junio” —y “Contar hasta diez”— uno no se ve tentado a pensar, como señalaba parte de la crítica y de los nuevos cineastas de los 90, que el Gran Problema del cine postdictadura eran las alegorías bajas y la baja fantasía. En estos dramas tan adultos y realistas resalta la debilidad alarmante de los guiones. Es como si el deseo por decirlo todo hubiera mutado en formas extrañas hasta alcanzar como un virus al tono de la película(…)
  • Intelectuales, burgueses y deprimidos. Sobre el cine industrial argentino contemporáneo (primera parte)
    Aunque el cine argentino está muy lejos de tener una industria cinematográfica consolidada, se han pasado por alto las películas que se producen con factura industrial, sobre todo la comedia mainstream, que históricamente puso en escena, con mayor o menor sofisticación a lo largo de las décadas, el funcionamiento de los medios masivos de comunicación(…)
  • Ardiente y obstinada. Una esperanza en tres partes
    Trabajar cansa, ya lo dijo Pavese. El ritmo de trabajo en los talleres es frenético, dado que los empleados son pagados en efectivo por prenda confeccionada. Siguiendo la máxima bressoniana, al proceso productivo alienante e hiperveloz, Wang aplica tácticas de lentitud y le da suficiente tiempo y espacio a sus personajes para desarrollarse. No solo filma la jornada laboral, sino también los intersticios cotidianos entre la misma, cómo se construye la subjetividad de cada uno de sus protagonistas, inevitablemente cifrada en el trabajo(…)
  • Hechizo macabro
    Así como la hechicera no era realmente una hechicera, la escena cuyo fragmento circulaba en tuits no implicaba, finalmente, ningún tipo de vampirismo, práctica sobrenatural o perversión necrofílica. El personaje de Edwards, luego de violar a la protagonista, la estrangula y utiliza el ataúd decorativo de su sala para ocultar el cadáver. Es un final insólito, a pesar de que guarda cierta reminiscencia del clásico castigo melodramático a las transgresiones morales de la heroína(…)