Como todos los años, a fines de 2020 me invitaron a participar de la encuesta anual de La vida útil (cuya lectura íntegra, dicho sea de paso, recomiendo enfáticamente). En un arranque de entusiasmo, la respondí dos veces: la primera, teniendo en cuenta todas las películas que vi durante el año, sin importar la fecha de estreno; la segunda, enfocándome en las películas estrenadas durante 2020. Envié sólo la segunda. Aquí va, entonces, la otra versión, a la cual quiero compartir aunque más no sea para recomendar las películas que nombro. (En el caso de los últimos dos puntos —Un doble programa y Un plano que defina tu 2020—, las respuestas son iguales en ambas versiones).
Una película
La película más larga de Frederick Wiseman, Near Death, transcurre en la unidad de cuidados intensivos del Hospital Beth Israel de Boston y muestra el día a día de médicos, enfermeras, familiares y pacientes que tienen que lidiar con, justamente, la cercanía de la muerte. Lo primero que viene a la cabeza es la dimensión emocional (además de, obviamente, la médica). Pero no se trata solo de eso (que no sería poco): también se hacen presentes problemas éticos, administrativos, profesionales, familiares, religiosos. A diferencia de otros films de Wiseman, donde hay quiebres tonales (mucho diálogo y rutina, sí, pero también tensión, acción, ironía, brillo, cierto lirismo escondido hasta en los ambientes más ominosos), Near Death es un bloque lúgubre, solo agrietado, muy cada tanto, por algún chiste negro entre médicos o por algún plano de las inmediaciones del hospital, donde la vida transcurre como si nada, llena de matices, como en cualquier otra película (recordándonos, entonces, que esta no es cualquier otra película).
Un descubrimiento
Este año confirmé que cada día siento menos ganas de ver películas que no me interesan demasiado, solo para estar “en tema” o por alguna clase de consumo exclusivamente trash. También pienso que para aprender sobre cine es necesario ver películas malas. Estoy transitando esa contradicción.
Por otra parte, descubrí —y me avergüenza un poco decirlo, porque es algo tremendamente obvio— que si cada tres o cuatro días veo una película del Hollywood clásico (sobre todo de los amores eternos: Minnelli, Ford, Hawks, Mann, Ray, Boetticher, Sirk) la semana mejora una barbaridad. Es como escuchar una vez por día una canción de Brian Wilson o alguna de Vince Guaraldi para las películas de Charlie Brown: antídotos infalibles contra los peores aspectos de la vida contemporánea.
Algo que te hayas preguntado
La misma pregunta que nos hicimos muchos: ¿cuándo vamos a volver a sentarnos en una butaca, en una sala a oscuras?
Una canción en una película
Una posible entre tantas, una llena de fuerza para un año sin pogos: “Song #1” de Fugazi, en Instrument de Jem Cohen (y el baile de Guy Picciotto).
Un doble programa (una película vieja con una nueva)
Ice (Robert Kramer, 1970) / El año del descubrimiento (Luis López Carrasco, 2020)
Un plano que defina tu 2020
En Atman, de Toshio Matsumoto, una figura está sentada en un espacio abierto. La cámara gira alrededor suyo; se acerca, se aleja. Los colores y el ritmo cambian tanto que marean. Hay cielo, pasto, flores y montañas; hay vibración. Sin embargo, la suma de todo ese movimiento transmite una sensación de encierro y monotonía, de amenaza e imposibilidad de escape. La figura es un demonio.