“Una programación que mire más hacia afuera”. Beatriz Bartolomé Herrera, coordinadora en Cineteca

Beatriz Bartolomé Herrera es gestora cultural, docente e investigadora. Conversamos con ella para conocer los dos programas de formación cinematográfica que gestiona en Cineteca(1): Dentro Cine, un proyecto experimental de educación artística para jóvenes en situación de vulnerabilidad, y CineZeta, uno de los pocos proyectos de formación en programación de cine de Iberoamérica.


CINE EN LAS AULAS, AULAS EN EL CINE #2

¿En qué consiste Aula sin fin y qué proyectos engloba?

Aula sin fin nace en 2018. Es un homenaje a José Val del Omar, ya que retoma la idea de “sin fin” que aparecía al final de su “Tríptico elemental de España”, pensando la programación como un espacio abierto. Es decir, no hacer propuestas cerradas, con un principio y un final, o demasiado desarrolladas, sino propuestas que estén más bien vivas, donde tanto el equipo de programación como el propio público participen dándole vida y forma a partir del diálogo. Un poco la idea de “sin fin” viene de ahí, de pensar una Cineteca abierta y viva. 

Si bien estamos repensando algunas de las actividades y proyecciones, actualmente llevamos adelante el proyecto Escuela Dentro Cine, que hacemos junto a la Dirección General de Familias e Infancia del Ayuntamiento de Madrid —dentro del programa ASPA— y la Fundación Balia. Las dos tienen programas dedicados a ofrecer apoyo a jóvenes en situación de vulnerabilidad, y este proyecto que nos reúne surge al encontrarnos con el trabajo del cineasta Pedro Sara y la psicoterapeuta y también cineasta Violeta Pagán. Ellos llevaban a cabo un proyecto de trabajo con jóvenes en centros de menores, con los que desarrollaban proyectos cinematográficos. Lo que pasa es que muchas veces estos proyectos de carácter social son muy cortos, muy puntuales en su desarrollo, o presentan a lo mejor un perfil un poco paternalista. Creo que lo más interesante de Escuela Dentro Cine es que a lo largo de las distintas ediciones se ha ido trabajando para que quienes forman parte del equipo no sean solo partícipes del proyecto, sino que también lleven adelante los proyectos cinematográficos que se desarrollan dentro de la Escuela: los lideren, los hagan suyos. También, a ellos mismos, esto los legitima como artistas y como creadores, más allá de ser solamente sujetos de un proyecto. 

El proyecto empezó en 2019 con un taller piloto muy pequeño, de apenas un mes, que hicimos para ver cómo funcionaba. En él participaron veinte jóvenes, chicas y chicos, de entre 16 y 23 años, que procedían de los centros del programa ASPA. De ese primer proyecto salió una película que se llama Las edades sensibles a la luz, que está dirigida por los docentes del proyecto, Pedro Sara y Violeta Pagán, ya que en un mes no hay tiempo para llevar un trabajo que permita que los jóvenes se involucren en labores de producción y dirección. Se trata, siempre, de desarrollar un proyecto cinematográfico en colectivo, donde el objetivo no solamente sea la puesta en marcha de ese proyecto sino también la utilización del cine como herramienta para encontrarnos a nosotros mismos, para hablar sobre distintas problemáticas. Un poco como dicen Pedro y Violeta: el cine como herramienta de sanación. O sea que hay una parte del proyecto que mezcla el psicodrama y el trabajo específicamente cinematográfico. Lo que es interesante es que desde el primer momento, desde la primera o segunda clase, se empieza a trabajar en términos cinematográficos. Se coge la cámara, se empieza a rodar. A diferencia de otras escuelas más formales, aquí no hay un programa dirigido sino que cada día el programa se trabaja en función de las necesidades que hayan y de lo que decida cada grupo.

En el siguiente año, empezamos a trabajar en un programa de larga duración. Lo que tenemos hoy en día es un proyecto que se hace de octubre a junio, todos los días de la semana, cuatro horas diarias. Tenemos un grupo de los lunes, miércoles y viernes, que es el de los estudiantes que participan de la escuela por primera vez, y un grupo de los martes y los jueves, donde se forma una suerte de grupo de encuentro y de reencuentro, donde los participantes de otros años siguen desarrollando en colectivo sus proyectos cinematográficos. Es un proyecto importante: la escuela se vuelve un lugar de refugio, de aprendizaje, de generación de lazos y amistades, y también, para algunos de ellos, es la oportunidad de comenzar un desarrollo profesional. Esto es importante porque estamos hablando de comunidades que generalmente no tienen acceso a la formación en las escuelas de cine. Muchos de ellos llegan aquí interesados por el cine pero sintiéndolo como algo un poco ajeno, sobre todo lo que es su producción y su desarrollo, y a lo largo de los meses de trabajo empiezan a sentirlo como algo propio. Ese proceso termina siendo bastante importante a nivel personal para cada uno de los involucrados, por sus cualidades transformadoras tanto para los participantes como para la propia institución.

Beatriz Bartolomé Herrera

Más allá de Dentro Cine, en Cineteca también llevan adelante el programa CineZeta. ¿En qué consiste?

Se trata de un equipo de jóvenes programadores, compuesto por diez personas. Ya vamos por la sexta convocatoria, y consiste en otorgar un espacio para que estos equipos, año a año, puedan desarrollar sus propias propuestas curatoriales y de programación. Se les otorga un presupuesto y se lleva a cabo un seguimiento y una formación con los integrantes del equipo. El objetivo principal es que las personas más jóvenes, que de momento no han tenido la oportunidad de desarrollar una labor de programación, puedan hacerlo desde una sala con todo el apoyo de una institución como Cineteca. Otro de los objetivos es también que se lo pasen bien, que hagan amistades y que disfruten de la oportunidad. Una parte muy importante del proyecto es que CineZeta es una especie de germen, de espacio del que surgen luego no solo amistades sino también proyectos. Por ejemplo, los miembros de CineZeta de la cuarta convocatoria han formado un colectivo que se llama “Media distancia”, en el que continúan sus actividades de programación tanto en salas como en otros espacios. Por otro lado, una parte muy importante del programa tiene que ver con acercar el cine a generaciones más jóvenes. Quienes estamos aquí programando, lógicamente, ya tenemos una edad, y a lo mejor venimos de tradiciones que, por mucho que nos queramos reciclar, son diferentes a la relación que los jóvenes tienen con el audiovisual hoy. Creemos que es muy importante que quienes pasan por CineZeta traigan esa mirada más joven y que, al mismo tiempo, dispongan un espacio atractivo para públicos más jóvenes, para que puedan participar de las actividades de Cineteca y conocer la institución. 

Viniendo de Argentina, donde no hay programas como estos ni dinero como el que me contás que les dan a los participantes para abonar fees —ya que un fee es equivalente a un sueldo mínimo—, quería preguntarte, por un lado, cómo los ayudan a administrarlo y, por otro lado, acerca de la formación con la que los acompañan: ¿dan algún tipo de material teórico con respecto a la historia del cine?

Aquí se aprende programación haciendo. Aprenden a programar en un marco institucional muy concreto: no es lo mismo programar para un festival que para un cine con una gestión privada. Aquí trabajamos para una institución pública, que es una sala comercial pero muy particular, donde el principal objetivo no es económico sino que se trata de ofrecer un servicio público. El aprendizaje de la programación se produce en ese marco concreto. ¿Cómo lo hacemos? Cuando se forma el grupo de los diez participantes tenemos un mes en el que los distintos integrantes del equipo de programación, de gestión y de comunicación de Cineteca y Matadero tienen sesiones con el grupo, en el que se les habla del trabajo que hacemos y se les presentan las labores que como equipo van a tener que desarrollar. Este período de formación es también un período de conocimiento, de crear grupo entre ellos. Una parte muy importante que permite que el proyecto vaya bien es que sepan organizarse entre sí, se lleven bien y hagan equipo para repartirse las tareas, ya que esto es un trabajo que se lleva a cabo de manera no remunerada. Siempre les recordamos que intenten que el peso del trabajo no sea demasiado y que no los quite de sus labores principales, sea el trabajo, el estudio o lo que fuera. Después de este período se los pone a empezar con sus programaciones mensuales, con acompañamiento constante. Nos mandamos mails, tenemos reuniones periódicas en las que nos juntamos, hablamos y nos cuentan las ideas que tienen para ese mes, las dificultades que tienen. El equipo de programadores se encarga de diseñar la programación con las propuestas de películas y de buscar las distribuidoras que tienen los derechos. Luego, la gestión administrativa la lleva el personal de Cineteca. 

En ese primer mes aprenden desde cuestiones artísticas en lo relativo a la programación, junto al director artístico Luis E. Parés y el programador Vicente Monroy, hasta cuestiones más administrativas como la gestión de copias o la comunicación de las actividades. Estos últimos años hemos venido incorporando charlas formativas con programadores y programadoras. Invitamos a personas que se dedican a la programación en distintos contextos —festivales, otras instituciones, proyectos como el de Helena, con Aulafilm(2)— para que hablen desde su experiencia y su saber hacer con los integrantes del equipo. Esto permite que, mientras ellos llevan adelante sus programaciones, puedan hablar con estos programadores cara a cara, hacerles preguntas o compartir las problemáticas con las que se enfrentan durante este proceso. Luego, en lo relativo a la teoría o la historia del cine no damos ninguna formación específica. También es verdad que el aprendizaje del cine no tiene por qué ser específicamente reglado o sujeto a un canon preestablecido. Precisamente, el programa CineZeta está abierto a lenguajes más allá del cine tradicional, por lo que confiamos un poco en el saber hacer y en la capacidad de los jóvenes de mantener un diálogo con la cultura contemporánea a partir de sus prácticas de consumo. El equipo está integrado por personas que en muchos casos sí tienen una educación formal relacionada con el cine o el audiovisual, personas que vienen de escuelas de cinematografía o estudios de comunicación audiovisual. Pero siempre intentamos formar grupos heterogéneos en cuanto a sus disciplinas de procedencia, por lo que participan del proyecto personas que vienen de otras disciplinas humanísticas, como la filosofía o las ciencias políticas. Este año, por ejemplo, algunos vienen del campo de la psicología y de la ingeniería. Intentamos sacar al cine del cajón de lo que es el marco histórico y teórico tradicional y ponerlo siempre en diálogo y relación con un contexto más amplio.

Con respecto al presupuesto, se utiliza para los fees de las películas y, también, para los honorarios de las personas que quieran invitar. Porque la programación de CineZeta no es exclusivamente la programación de películas o de obras audiovisuales. Algunos equipos hacen presentaciones o diálogos con figuras contemporáneas relacionadas con la creación cultural. Una vez, por ejemplo, uno de los participantes invitó a la activista trans Samantha Hudson. Parte de los presupuestos se utiliza para pagar esos honorarios. Ellos lo manejan año a año según la programación que decidan llevar adelante.

Claro, me imagino que ayuda también que el presupuesto sea similar año a año. Si quisiéramos llevar adelante algo así en Argentina tendríamos un problema bastante grande con respecto a la cuestión inflacionaria. 

Sí, también hay una parte del aprendizaje que tiene que ver con aprender a negociar. Hubo equipos que lo han hecho súper bien, que han aprovechado el presentarse a las distribuidoras como un programa educativo, destinado al público joven en una institución, y han conseguido verdaderas rebajas. Fueron muy habilidosos en eso. Contamos con un presupuesto digno, que permite el desarrollo de una programación sin demasiados problemas. También a veces queremos programar cosas que escapan al presupuesto que tenemos; siempre hay que tener un plan B. Parte del aprendizaje del programador es tener un control presupuestario. En nuestras reuniones periódicas vamos viendo cómo van los gastos, si están muy justos o no, y en general no hemos tenido ningún problema. 

Dado que no es común conocer experiencias de formación de programadores como esta, es interesante pensar que en ciertos contextos se ingresa a programar sin formación específica, a veces por contactos o por trabajar bien en términos prácticos. Y quizá esos nuevos programadores no tienen demasiado conocimiento sobre historia del cine ni distancia con respecto al cine contemporáneo, en términos de que no poseen una mirada crítica de las formas en que se produce y programa el cine hoy. Jóvenes que podrían traer una mirada fresca finalmente toman las mismas decisiones que tomarían sus antecesores. ¿Cómo podría formarse una mirada diferencial en ese sentido?

Creo que a veces hay un malentendido entre la programación y el programador, que es esto de que la programación exprese un gusto personal. Por mi experiencia aquí, la programación no surge de la expresión personal de nadie en concreto —aunque, evidentemente, nuestros gustos siempre están presentes, si bien nunca es lo que se expresa de manera principal en una programación—, en Cineteca al menos la programación es algo que se hace en colectivo, en equipo, y que además responde a muchas otras circunstancias. Muchas veces eliges una película, no porque sea buena o te parezca buena, sino porque plantea preguntas relevantes, porque se relaciona bien con otras películas de la programación, porque abre debates, porque tiene que ver con quienes vienen a verlas. Creo que, al final, el personalismo acaba diluyéndose. Por supuesto, siempre hay líneas artísticas que marcan el ritmo o el paso. 

Esa necesidad de satisfacer a determinado grupo, que es del que tú dependes como programador cuando empiezas, es una pena. Tiene que ver con las condiciones muchas veces precarias que tiene el trabajo de la programación y que se producen desde posiciones de personas que son freelance o autónomas y para quienes la continuidad de su trabajo depende de mantener ciertos lazos y de satisfacer a ciertas personas, sin pensar cómo tu programación satisface a lo mejor a un público o habla de determinados temas. Una de las ventajas de trabajar en una institución pública y de tener trabajos más estables es poder olvidarte un poco de esos condicionantes, por más que siempre hay muchos de esos factores en juego. Condiciones como esta permiten escaparse de este tipo de relaciones un poco perversas y pueden dar lugar a una programación que se mire menos a sí misma y que mire un poco más hacia fuera. 

Si tuvieras que justificar la importancia de que se sigan llevando adelante estos programas frente a alguien que quizá no está tan en tema, ¿qué tipo de argumentos usarías, qué traerías a la mesa?

A veces para defender estas cosas lo mejor es buscar qué es aquello que tenemos en común. Lo cierto es que el consumo de imágenes y la mediación de nuestras relaciones a través de pantallas es tan prevalente que todos, al final, tenemos una relación muy directa con ellas. Lo que pasa es que esa relación se ha vuelto casi transparente, y no acabamos de cuestionarla o interrogarla. La importancia de que una institución pública como Cineteca tenga un programa de formación, de pensamiento y de producción crítica tiene que ver con la necesidad de formarnos y de interrogar nuestra relación con las imágenes, que es algo que muchas veces se da por hecho pero que realmente ni se enseña ni se aprende en los centros educativos, a no ser que lleves una formación específica. En líneas generales, no hay un aprendizaje sobre cómo las obras audiovisuales tienen objetivos muy concretos, comunicando ideas o transmitiendo ideologías muy específicas. Entonces, a la hora de relacionarnos con ellas es importante que construyamos una relación crítica, que permita cuestionarlas. Esto no quiere decir que todas las imágenes intenten convencernos de algo, ya que no todo es propaganda. Pero sí todo es susceptible de ser cuestionado e interrogado, atravesado por una relación consciente. Por eso, finalmente, es muy importante que las instituciones lleven a cabo programas formativos mientras que, al mismo tiempo, la propia programación esté impulsada por un planteamiento crítico de lo que es la producción audiovisual contemporánea y pasada, poniendo en relación los diferentes contextos y pensando en la audiencia que no solo viene a ver, sino también a participar.


Notas:

1 La Cineteca es un complejo cinematográfico que funciona dentro de Matadero Madrid, un centro cultural multidisciplinar en el que se llevan adelante todo tipo de programas de formación y exhibición artística.

2 Helena Fernández, fundadora de Las Espigadoras, fue entrevistada para la sección ‘Cine en las aulas, aulas en el cine’ (26/11/2022). La nota puede leerse aquí.

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