El cine sonoro norteamericano previo a la censura: una introducción al pre-code

Una muchacha escapa de una banda de violadores en una geografía postapocalíptica. Otra decide convivir con dos hombres porque no puede ni quiere decidirse por uno de ellos. Un gerente de una gran tienda usa su posición para tener relaciones sexuales con las empleadas. No se trata, respectivamente, de una escena de Mad Max, una comedia de cine indie o un drama de denuncia de #MeToo: son todas películas producidas en Hollywood entre 1930 y 1934, período conocido como pre-code, y muestran situaciones que no volverían a verse en el cine norteamericano hasta aproximadamente tres décadas después, cuando comienza a perder vigencia —para luego caer definitivamente en 1968— el famoso código Hays de censura cinematográfica.

El contexto

Desde sus inicios, el cine reflejó las conductas y comportamientos de la sociedad de su época, al tomar sus temas no sólo de otras artes contemporáneas sino también de la prensa (y, especialmente, de los escándalos que publicaba); un recurso muy habitual en sus orígenes, cuando era, principalmente, un entretenimiento de las clases populares. 

En Estados Unidos, de forma paralela, comenzaron a interesarse en el cine los grupos conservadores que lograron la creación de comités de censura en distintas ciudades y estados. Dado que en 1909 ya se había establecido judicialmente que el cine no estaba amparado por la libertad de expresión definida en la primera enmienda constitucional, estos comités determinaban cortes de manera arbitraria y, sobre todo, heterogénea (una copia ya censurada en un estado tal vez no podía ser presentada en otro), lo que traía a la industria costos adicionales a los de producción (por ejemplo, multas o nuevos montajes para conservar el sentido de las historias). 

Con la finalidad de evitar estos costos y frenar a los grupos de protestas(1), en 1922 las productoras nucleadas en la Motion Pictures Producers and Distributors of America (MPPDA) contrataron a William Hays, un político del Partido Republicano conocido por su capacidad de lobby y relaciones públicas, además de ser diácono presbiteriano, como asesor para mejorar su imagen (dañada no sólo por el contenido de sus producciones sino también por algunos escándalos policiales que habían ocurrido en la farándula) y anticiparse a la mutilación de las películas. Hays trabajó con los productores supervisando los guiones, y en 1927 publicó una serie de recomendaciones que se conocieron bajo el nombre de Don’ts and Be Carefuls y constituyen un antecedente directo del código(2).

El problema principal era que, al ser una herramienta de autorregulación, a menudo era tomada con ligereza o, directamente, ignorada. En consecuencia, las tensiones con los sectores reaccionarios continuaron.

El código

En 1929, los grupos de presión amenazaron con boicots y cobraron tal importancia que provocaron el resurgimiento de la idea de un comité nacional de censura. Esto llevó a las grandes compañías a adelantarse y pactar con ellos; el resultado fue el Código de Producción Cinematográfica (Motion Picture Production Code) de 1930, más conocido como código Hays(3). En primer lugar, contenía una serie de principios generales en los que se establecía cómo se esperaba que el arte contribuyera directamente al mejoramiento de la humanidad (sección en la que intervinieron activamente líderes opositores); en otro apartado figuraban las regulaciones específicas sobre la producción cinematográfica: la prohibición de mostrar o aludir a diversas situaciones, la recomendación de evitar otras y, en algunos casos, sugerencias para representar ciertos temas delicados, dependiendo del contexto. Por ejemplo, se prohibía totalmente la desnudez, la presentación de los miembros de la justicia, fuerzas de seguridad y el gobierno en actos ilegales, la ridiculización de cualquier religión y sus autoridades, la venganza por mano propia como modo de resolución de conflictos, y el lenguaje obsceno. Otros temas prohibidos eran las enfermedades venéreas, el tráfico de drogas, las relaciones interraciales, la esclavitud sexual y la perversión sexual (concepto que entonces abarcaba la homosexualidad).

Se establecían situaciones que sólo podían ser sugeridas: tal es el caso de la seducción o la violación, siempre que fueran vitales para la trama. También se debía prestar atención a la semidesnudez, y evitar escenas que mostrasen a los personajes quitándose la ropa. Otras, podían ser mostradas, pero se advertía sobre el modo de hacerlo. Por ejemplo, el crimen o el adulterio, y sus protagonistas, podían ser representados (se admitía que eran esenciales en muchas historias) pero nunca como glamorosos o justificados, al igual que la bebida (estaba permitida sólo si el personaje tenía problemas con el alcohol): se habilitaban escenas de baile mientras no fueran demasiado sugerentes; y las ceremonias religiosas estaban permitidas siempre que hubieran sido supervisadas por autoridades de la confesión correspondiente.

William Hays salvando a la industria cinematográfica
(Ilustración de Cy Hungerford, 1922)

Las películas del período pre-code

El código Hays se publica en marzo de 1930, como una regulación aplicada al interior de la misma industria, con la finalidad de frenar los embates de los sectores más puritanos de la sociedad. Pero, además de apaciguar a estos grupos conservadores, la industria tenía otro interés: vender la mayor cantidad de entradas posibles en el contexto de una crisis económica nunca antes vivida por Estados Unidos. Y al público le encantaban esos condimentos prohibidos por el código.

Se abrió así un breve periodo que se extendió hasta julio de 1934, en el que las compañías y sus producciones interpretaron laxamente, o directamente ignoraron, las reglas que se habían autoimpuesto. A partir de esa fecha, ya no les resultó posible resistir la presión (en 1933, por ejemplo, se había fundado la Liga Nacional de la Decencia que ejercería una acción militante de mucho impacto) y se comenzó a ejecutar la adscripción férrea a la letra del código, ya con Joseph Breen en la dirección de la Production Code Administration (PCA), departamento de la MPPDA creado para administrar la aplicación del código.

Las películas de este periodo suelen ser caracterizadas como irreverentes, desenfrenadas, excéntricas, impúdicas, bizarras. Seguramente parezcan adjetivos un poco exagerados al verlas hoy en día, pero no si se las compara con las producciones que las siguieron. Lo que es innegable es que muchas de las situaciones y actitudes de los personajes de estas producciones se parecen más a las representaciones en el cine contemporáneo que a las inmediatamente posteriores, y seguramente en ello resida parte de su encanto: nos permiten comprobar que la transgresión en el cine norteamericano (hoy, nuevamente, puesta en jaque por la corrección política) no es un invento de 1970.

A pesar de las restricciones enunciadas en el código, en las películas del pre-code es habitual encontrar situaciones que desobedecen explícitamente mandatos establecidos desde la moral de la época, e incluso desde la ley. Son corrientes las alusiones a sexo pre y extra marital y a la prostitución. En plena era de la Prohibición se muestra a los personajes bebiendo normalmente, y los speakeasies son escenarios habituales (pensemos, por ejemplo, cuán difícil resulta hoy encontrar un personaje que fume). En clara transgresión al código, son usuales escenas en las que están presentes la semidesnudez y la aparición de personajes en ropa interior. La violencia y, en algún punto, la glorificación de la ilegalidad tienen su espacio en las películas de gangsters, muy populares por entonces.

Otra característica que las hace atractivas al gusto contemporáneo es el papel que se les otorga a las mujeres. Acompañando los cambios sociales que se venían dando desde la década del 20, son corrientes las protagonistas mujeres que deciden sobre su destino y no se dejan avasallar por los hombres ni responden a ellos. Mujeres trabajadoras e independientes, que disfrutan del sexo antes del matrimonio (o durante, con hombres que no son su marido), y que incluso lo usan como modo de vida o herramienta de ascenso social; mujeres que no tienen como objetivo principal en la vida el matrimonio, o tal vez sí, pero solo si las salva de la pobreza. Y todo esto sin ser castigadas en el camino.

Estos rasgos les otorgan a las películas de la época un tono realista que se evidencia también en la representación de la situación social: al darse en el marco de las secuelas de la caída de la bolsa, y en plena Depresión, muchas películas reflejan con crudeza estas circunstancias. También contribuye a esto que muchos de sus protagonistas, dedicados al crimen o la prostitución, hayan crecido en entornos pobres (lo que, en algún punto, los justifica).

Una característica que contribuye a que sean películas muy accesibles al gran público (y por lo tanto a su éxito) es su corta duración. En promedio duran unos 80 minutos, lo que las hace muy ágiles y entretenidas. Es probable que esto se asocie a su presentación en los denominados double features que se originaron en estos años, en los cuales se ofrecían dos largometrajes al precio de uno como estrategia destinada a aumentar la venta de entradas.

Algunos títulos para descubrir

Muchas películas de este periodo son reconocidas y tienen un lugar importante en la historia del cine, sobre todo por pertenecer a las filmografías de directores fundamentales, que incluso ya habían iniciado sus carreras en el período mudo. Por ejemplo, Lubitsch dirigió varias de sus comedias musicales con Jeanette MacDonald y Maurice Chevalier, además de otros films particularmente celebrados, como Trouble in Paradise y Design for Living. También pertenecen a esta época la mayor parte de las colaboraciones entre Josef von Sternberg y Marlene Dietrich. Otros, como Frank Capra, Howard Hawks, Raoul Walsh y William Wellman lograrían sus mayores éxitos con posterioridad, pero todos realizaron alguna película notable en los años que nos interesan, por ejemplo y respectivamente: It Happened One Night, The Dawn Patrol, The Big Trail y The Public Enemy. Wellman, en particular, fue muy activo en este periodo; y citaremos más adelante varias de sus producciones.

Pero estas películas son vistas, en general y como se ha dicho, dentro de las filmografías de sus consagrados directores y no tanto como parte de un cuerpo de obras que comparten temáticas, tonos y recursos. Es por esto que a continuación presento otras realizaciones del cine pre-code menos célebres pero igualmente disfrutables. Haciendo uso de su bien ganada fama de audaces, las agrupo de acuerdo al rasgo que mejor las caracteriza en ese sentido y en doble programa, como eran presentadas en su época:

Acoso sexual. En Employees’ Entrance (Roy Del Ruth, 1933), el gerente de una tienda de departamentos no tiene demasiados escrúpulos para gozar de los favores sexuales de sus subordinadas. Por otro lado, muestra una entrega a su trabajo y una capacidad para resolver problemas que le dan cierto atractivo y lo hacen un personaje fascinante. Es interpretado por Warren William, conocido como el rey del pre-code, quien repetiría este rol de cínico encantador varias veces. En Female (Michael Curtiz, 1933) se da una situación análoga, con la curiosidad añadida de ser una mujer quien detenta la posición de poder. 

Seducción y adulterio. Si bien Jean Harlow es identificada con el apodo de “Platinum Blonde” por la película homónima, el papel de vampiresa con el que se la suele asociar está mejor representado en Red-Headed Woman (Jack Conway, 1932). En ésta, interpreta a una joven que trabaja en una empresa y se propone seducir a su jefe casado para asegurar su futuro. Baby Face (Alfred E. Green, 1933) parte de una premisa muy similar, pero al ser más descarnada debió ser modificada para que el comité de aplicación del código permitiera su estreno (se la suele catalogar como una de las películas que generó la presión por su aplicación más estricta). Afortunadamente existe una copia no censurada en circulación por lo que hoy podemos evitar el final moralizante que se le impuso inicialmente.

Delito sin condena. Muchas comedias tienen como protagonistas a delincuentes que resultan muy atractivos. En Jewel Robbery (William Dieterle, 1932), una mujer casada (que, dicho sea de paso, habla abiertamente sobre sus amantes y relaciones fuera del matrimonio) conoce en una joyería a un ladrón de guante blanco y se enamora de él. Night After Night (Archie Mayo, 1932), por su parte, presenta al (adorable) dueño de un garito que desea, a partir de su crecimiento económico, mejorar su cultura y modales. Allí conoce y se enamora de una chica de alta sociedad cuyos padres venidos a menos eran los anteriores dueños de la casa. La película tiene una actuación muy divertida de George Raft y es además famosa por ser la primera en la que aparece Mae West, quien sería luego un símbolo de la época.

Prostitución. Varias películas de la época tienen como protagonistas a prostitutas en situaciones en las que resultan víctimas de los hombres, por lo que su ocupación pasa a un segundo plano y no siempre es juzgada. En Safe in Hell (William A. Wellman, 1931), una mujer dedicada a la prostitución escapa de una acusación de asesinato a una isla del caribe poblada de criminales (todos hombres) mucho más peligrosos que ella, debiendo resistir sus avances. En Rain (Lewis Milestone, 1932), Sadie Thompson confrontará con las fuerzas de la moral y las buenas costumbres encarnadas en un misionero con el que deberá compartir, junto con otras personas, alojamiento en una isla cuando se declara un brote de cólera en el barco en el que viajaban. Este enfrentamiento pondrá al descubierto la hipocresía religiosa, lo que podría verse como una alusión a los grupos que promovían la censura. 

Crisis económica. Como comenté antes, estas películas coexisten con la peor crisis económica de los Estados Unidos; en varias ocasiones la retrataron de un modo muy verosímil. En Heroes for Sale (William A. Wellman, 1933), se sigue el recorrido de un hombre común (el llamado “forgotten man”) desde que es enlistado para combatir en la primera guerra mundial hasta su vuelta a casa, su inserción social y las consecuencias posteriores de la crisis mencionada. Este mismo arco se desarrolla, de manera sintética y extraordinaria, en un número del musical Gold Diggers of 1933 (Mervyn LeRoy, 1933). Otra película que retrata la terrible situación por la que pasó el país es Wild Boys of the Road (William A. Wellman, 1933), especialmente impactante por estar protagonizada por un grupo de chicos y adolescentes sin hogar (en algunos casos porque lo abandonan al sentirse una carga para sus padres) que se lanzan a la ruta tratando de buscar una forma de vida independiente.

Violencia de género. Una película que muestra de manera realista esta temática es The Story of Temple Drake (Stephen Roberts, 1933), un drama sobre una joven rebelde de una familia prominente que es secuestrada, violada y obligada a ejercer la prostitución. Es otra de las películas sobre las que se pone el peso del cambio de actitud de los ejecutores del código Hays. Por otro lado, en Deluge (Felix E. Feist, 1933), una rareza de bajo presupuesto de un estudio menor (lo que resulta evidente al verla) se presenta un cataclismo que acaba con la civilización, dejando pocos sobrevivientes. En este contexto, tenemos a una muchacha que huye de dos hombres que la acosan y de una pandilla que persigue mujeres para convertirlas en esclavas sexuales. Como si esto fuera poco, la relación de la chica con el protagonista masculino lleva a que se insinúe en la trama el tema de la bigamia.


Notas:

1 Algunos años antes, estos grupos habían conseguido, por ejemplo, la sanción de la Ley Seca, que duraría hasta fines de 1933.

2 Se puede encontrar aquí.

3 Según cuenta Thomas Doherty en el libro Pre-Code Hollywood: Sex, Immorality, and Insurrection in American Cinema; 1930-1934 no existe una versión definitiva del código. Para este artículo consultamos la que figura en su libro y sus sucesivas enmiendas.

One Comment

  • Muy buen artículo de algo que desconocía totalmente, después de leerlo quedan ganas de ver esas películas.

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