Una habla, la otra no: dos versiones de Tarzán en el cine

Para Héctor, quien encontró que al borrador de este texto le faltaba

algún pensamiento que le diera brillo y originalidad.

La imagen que el lector rescate de su memoria ante la mención del nombre Tarzán dependerá, seguramente, de su edad. Para los más jóvenes será Alexander Skarsgård, el protagonista de la última versión cinematográfica (The Legend of Tarzan, David Yates, 2016); para quienes somos bastante mayores probablemente sea el Tarzán televisivo de nuestra infancia, interpretado por Ron Ely (Tarzan, 1966-1968). Poco después, en la década de 1980, fue Christopher Lambert (desconocido hasta ese momento, tal como lo es ahora), en una adaptación a la que se celebró entonces por ser relativamente fiel a la primera novela de la saga (Greystoke: The Legend of Tarzan, Lord of the Apes, Hugh Hudson, 1984). 

Más allá de la edad, para quienes tengan un interés en el cine más acentuado que el espectador promedio la encarnación más recordada seguramente será la de Johnny Weissmüller en Tarzan, the Ape Man, dirigida por W. S. Van Dyke y estrenada en 1932. Pero difícilmente alguien, sea joven o mayor, piense en Elmo Lincoln, el primer Tarzán en varias películas filmadas entre 1918 y 1921.

La versión más célebre, la de 1932, traiciona su fuente en más de un aspecto. El primero surge desde su mismo título: ya no se trata de un “Tarzán de los monos”, que parece poseer una jerarquía casi monárquica sobre las demás criaturas de su entorno, sino de un “Tarzán, el hombre mono”, que lo reduce casi al nivel de una atracción de feria. El hombre mono podría ser un compañero de exhibición del hombre esqueleto o la mujer sin brazos de Freaks. Tal vez la búsqueda de sensacionalismo a la que parece apuntar esta elección de título pueda deberse al momento en que fue filmada: se trata de una obra del pre-code, período en que la industria cinematográfica se permitió incumplir en alguna medida las estrictas pautas de censura que se había autoimpuesto a través del código Hays para dar un giro más escandaloso a su producción, con la mira puesta en la taquilla. 

Tarzan of the Apes

Una diferencia aún más importante es el protagonismo que le resta a la figura de Tarzán: esta parece más bien una película acerca de Jane. La narración comienza con su llegada a un reducto colonial en la selva africana donde se encuentra con su padre, quien, junto a un socio, hace planes para buscar un legendario cementerio de elefantes. Jane decide acompañarlos. A partir de entonces seguimos a estos personajes, y pasa cerca de media hora hasta que sabemos algo de Tarzán. Su primera aparición es sonora: solo escuchamos el que luego se convertiría en su clásico llamado, una característica que jamás podría haber existido en la versión anterior. Ese llamado tal vez sea el legado más importante que nos puede ofrecer este Tarzán. Aún después de su primera aparición, conocemos mucho más de Jane que de quien esperaríamos que fuera la figura principal. Como Tarzán no puede comunicarse con Jane (ni, por lo tanto, con nosotros), todo lo que sabemos, lo sabemos por ella: escuchamos sus ideas acerca de Tarzán y los sentimientos y fantasías que le genera, sus dudas acerca de su posición en tanto mujer enamorada de Tarzán y su encantamiento con la vida salvaje. Acerca de él, vemos lo que sospechamos son fragmentos de su vida cotidiana en la selva (salva a un elefante bebé que ha caído en una trampa, pelea contra un gran felino que lo pretende de almuerzo) y sus dificultades para aprender los rudimentos del idioma inglés que Jane intenta enseñarle. Nada se nos presenta de su historia. Cómo fue a parar a la selva o cómo se convirtió en líder de los monos son preguntas que nadie parece interesado en responder. Su papel consiste en ser el interés romántico de Jane y el salvador de la partida cuando ella es capturada por una tribu de enanos (por qué se aclara que se trata de enanos y no de pigmeos cuando los primeros notoriamente representan a los segundos evidencia un rechazo a la impostura más propio de la nouvelle vague que del cine de aventuras). De sus capacidades e inclinaciones solo conocemos su dominio sobre los demás seres de la selva y su atracción hacia Jane.   

En cambio, si algo define a la versión de 1918, Tarzan of the Apes (Scott Sidney), es su apego a la novela original(1). Comienza, como ella, en Inglaterra, cuando al padre de Tarzán se le encomienda una misión en África y su esposa, ya embarazada, se empeña en acompañarlo. Somos testigos de su nacimiento, la muerte de sus padres siendo él un bebé, su apropiación por parte de Kala, la gorila que poco antes había perdido a un hijo, y, a partir de allí, su desarrollo y crecimiento hasta su primer encuentro con otras personas blancas. En el tramo de la película que narra su infancia, Tarzán es representado por Gordon Griffith, quien tenía entonces once años y a quien corresponde, en rigor, nombrar como el primer Tarzán de la historia del cine. Su presencia ocupa casi un cuarto del recortado metraje que ha llegado a nuestros días. Este segmento responde más de un misterio acerca de la figura de Tarzán, al menos para quienes no habíamos leído el libro y nos criamos con la versión televisiva. ¿Por qué anda vestido si se crió entre los monos? ¿Cómo pudo liderar al grupo siendo que cualquiera de sus miembros, de un manotazo, lo habría arrojado a varios metros de distancia? ¿Cuándo aprendió inglés? En esta película presenciamos cómo Tarzán va desnudo, descubre que es distinto de sus compañeros monos, aprende la lengua de sus padres biológicos, copia la vestimenta de los pueblos originarios y adquiere tecnología humana que lo hace más letal que los animales. La única pregunta que no responde es cómo el cabello de Johnny Weissmüller, en la versión de 1932, se ve tan limpio y prolijamente recortado: este Tarzán anda desgreñado, tal como se espera en un ambiente carente de productos de cuidado capilar, donde lo más parecido a una tijera es el cuchillo legado de su padre. Esta es sin dudas la historia de Tarzán: al menos hasta la llegada de Jane, que sucede promediando la película, él es el protagonista absoluto.

Como puede deducirse de lo mencionado hasta ahora, el tono de ambas películas es muy distinto. La versión sonora se vuelca decididamente hacia la aventura y el romance. Como ejemplo puede señalarse el tiempo dedicado a la travesía en busca del cementerio de animales, en la que deben enfrentar diversos peligros que no dudan en vencer a escopetazos, o el mencionado rescate de la aldea de los enanos. El romance está presente desde el inicio: la llegada de Jane llama la atención del socio de su padre, y ella, en menor medida, también le demuestra algo de atención. Tras la aparición de Tarzán, el pobre socio queda en el olvido.

La versión muda es una historia de crecimiento y aprendizaje, con varios pasajes dramáticos y otros de tono humorístico. Difícilmente encontremos en la versión de 1932 una escena tan extrañamente conmovedora como la de Kala llorando a su hijito muerto, o tan perturbadora como la de la intrusión de los monos en la cabaña del padre de Tarzán o la de los buitres posándose en el árbol cuando Tarzán mata al jefe de la tribu vecina, el asesino de Kala. 

Otro aspecto en el que difieren ambas versiones es en la ambientación epocal, lo que también explica cierta diferencia en las decisiones que toman los protagonistas. El relato de Rice Burroughs comienza a publicarse de manera seriada a partir de 1912, y la narración, situada hacia fines de 1880, presenta a su personaje principal adulto como contemporáneo de sus primeros lectores. La versión muda, filmada poco después de la publicación de la novela en formato libro (1914), respeta ese anclaje temporal. En su encuentro con Jane, Tarzán ya es capaz de comunicarse en inglés con ella (tal vez el punto en el que más se diferencia de la novela, en la que solo puede leer y escribir en ese idioma). Tiene impulsos primitivos, pero ha tenido contacto con otro humano, por lo que ha desarrollado una idea básica del roce social. Siente por Jane una curiosidad que no entiende del todo, y que lo lleva a observarla y seguirla, siempre a distancia. Su encuentro a solas se da cuando la rescata de un nativo que la ha secuestrado. Apenas intenta un acercamiento físico, Jane lo rechaza suavemente, explicándole las convenciones sociales de la época relacionadas al cortejo, que Tarzán adopta de manera inmediata.

La versión de 1932 subvierte la razón que provoca la aproximación de los protagonistas: ahora es el mismo Tarzán quien secuestra a Jane, ya que los impulsos naturales no tienen por qué ser coartados. Pero no solo esta película fue filmada en un momento más liberal del cine norteamericano clásico, sino que además traslada la época de desarrollo de la acción, ubicándola en un momento más cercano al de su público y mostrando cierta liberalidad en el personaje de Jane, acorde a la reivindicación de los derechos de las mujeres que se dio en el periodo de entreguerras. La Jane de Maureen O’Sullivan es una chica moderna, como podemos deducir de su cabello corto o su decisión de emprender sola un largo viaje hacia un territorio salvaje para acompañar a su padre (a diferencia de su antecesora, que lo hace como integrante de una partida y acompañada por una criada). Al contrario de su contraparte muda, una vez vencidos sus temores iniciales, no le inquieta la proximidad física con Tarzán. Luego de un susto inicial en el que impone cierta distancia, disfrutan de baños en la laguna, se persiguen y atrapan, y ella se permite expresar en voz alta y en su presencia las fantasías que le genera, si bien de una manera opuesta a la esperada y, para los estándares actuales, bastante graciosa: Jane se pregunta cómo se vería Tarzán vestido. Al no mediar diálogo entre ambos (Tarzán tiene claras dificultades para entender los conceptos de “yo” y “vos”), la atracción compartida no puede sino ser más que física. Por lo que podemos pensar que, sí, Tarzán y Jane han tenido sexo, algo impensable para sus castos antecesores.

Tan liberada es Jane que la película finaliza con ella quedándose en la selva con el hombre mono: la última imagen los encuentra abrazados, sosteniendo a un chimpancé como si fuera su hijo pequeño y observando cómo se alejan los compañeros que vuelven a la civilización. Una familia feliz para cuya conformación no fue necesaria una firma en el registro civil. Todo muy divertido, pero más orientado a complacer a la audiencia y aumentar la recaudación que a contar la historia de Tarzán. 

Tarzan, the Ape Man

Notas

1 Según las reseñas de la época, la versión de 1918 duraba 2 horas 10 minutos, de las que nos llega aproximadamente la mitad. La crítica de la revista Variety de febrero de 1918, que resume la historia, hace alusión a una subtrama en la que se presenta un paralelo entre la vida de Tarzán en la selva y quien es considerado, dada su desaparición, el heredero del título de Lord Greystoke (el que legítimamente le corresponde), un joven de vida disipada. El crítico se quejaba de esta duración y sugería que fuera reducida en beneficio de lograr más velocidad y acción. Esa subtrama es la que se ha eliminado en la versión que comentamos, como si los productores, no casualmente, hubieran reaccionado a ese juicio negativo. Pero no es esta la única pérdida que debemos lamentar. Posteriormente, en el mismo año, se estrenó The Romance of Tarzan (Wilfred Lucas), la continuación de la historia (incluida en la novela original) en la que Tarzán se dirige a la civilización, se aclaran las dudas sobre su linaje y se reúne nuevamente con Jane. En la actualidad, esta película, como tantas otras de la época, se considera perdida.

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