Oceánico, infinito
Como piratas, náufragos o pescadores, incontables niños han soñado con las profundidades del océano —la superficie, bella como es, no tendría el menor impacto si no fuera por la certeza de que abajo de ella yace un misterio insondable—. (...) En el océano sin límites un ser humano corre peligro constante, y eso no cambió demasiado con el nacimiento de la inmersión extendida; al contrario, el peligro se diversificó, cobrando formas nuevas e impensadas. Mar y aventura, entonces, siempre fueron de la mano. No resulta muy distinto en el mundo adulto. Es recurrente la figura del oficinista aburrido, harto de su rutina gris, que sueña con embarcarse hacia la nada; estilo de vida que imaginamos como un sacudón de adrenalina incesante con un cariz existencial(...)