Estoy seguro de que, si Marker siguiera vivo y viera la trilogía de Guzmán, pensaría que esa era la película que su amigo soñó: una memoria fílmica fragmentada; un retrato de los deseos y pesadillas de un joven y de toda una generación que tuvo que perder la patria a costa de balas y tanquetas porque el miedo se apoderó de su sociedad, marcando el pulso del devenir durante diecisiete años(...)