Si la polémica en torno a Mank y los atentados contra el “monstruo sagrado” resulta productiva en algún aspecto, que sea el de mantener algo de ese impulso desmitificador, no para una mera discusión en torno a entradas y salidas de un olimpo de artistas consagrados, ni para negar a Welles su genio creativo, sino para iluminar aspectos más opacos del arte cinematográfico(...)