La canción de las bestias
Así se le aparece Hueso a Laura la mañana después del encuentro con Weisman, primero como una silueta oscura que la espía mientras se baña, luego como un rostro inexpresivo que la recibe en su propia casa y la desafía (“¿Qué?, ¿le molesta?”, le espeta Hueso cuando la dueña lo reta por estar invadiendo su casa). En una continuidad lombrosiana, por carácter transitivo, se desprenden su lascivia, su agresividad y su obscenidad; elementos que, llevados a un extremo sin asomo de tensión o contrapeso, compiten con la buena voluntad de la dueña de casa, que rechaza convocar una figura masculina de autoridad (su marido) o denunciar provocaciones y abusos a la policía(...)