El extraño de la Ciudad Prohibida

Un prisionero, detenido por hacer cruising con otros hombres en dos parques cercanos a la Ciudad Prohibida de Pekín (el Palacio Occidental y el Palacio Oriental), relata que en la antigüedad, quizás en ese mismo palacio cercado donde vivían los Emperadores, existía un guardia de barba tupida y cejas pobladas de color negro azabache que tenía las manos más fuertes de China: toscas, rudas, gruesas. Un día descubre a una ladrona, con la que considera dos opciones: enviarla a una muerte segura como prisionera o quedársela para él. El policía que detuvo al escritor prisionero lo escucha atentamente, sin darse cuenta de que va a tener que tomar la misma decisión que el guardia.

En De la seducción, Jean Baudrillard describe a esta como un juego, un desafío. No como una producción, sino como un sistema de apariencias que puede derrumbar la lógica productiva y acumulativa del poder. En la película East Palace, West Palace (1996) del director Zhang Yuan, la seducción se da principalmente a través de la palabra: en un interrogatorio larguísimo que ocupa casi todo el cuerpo de la película, el prisionero responde las preguntas que le hace su policía captor. Desde historias de su infancia en la escuela, donde se fascinaba por una chica problemática que apodaban “el colectivo” (porque todos podían subirse), a confesar que tiene una esposa que usa de pantalla para cubrir su homosexualidad o relatar las veces que lo golpearon al encontrarlo con otros hombres. El policía, fiel reflejo de las tensiones estructurales en cuanto a la homosexualidad en la sociedad china, comienza maltratando e insultando a su prisionero, sin dejar de tener un brillo de curiosidad y deseo en sus ojos. El juego perverso de la seducción está sucediendo. Ingenuo, a priori no se da cuenta que justamente ese maltrato es parte del juego, en un tablero donde la violencia está latente y los peones, los eslabones más bajos, le retrucan su poder a los alfiles. De a poco, el policía deseoso empieza a jugar también: le ofrece un cigarrillo al prisionero en un gesto de inusitada ternura, solo para tirárselo al piso con violencia, ante su mirada triste.

Como en El beso de la mujer araña, hay un coqueteo entre lo gay y lo trans signado por los roles de género, dado que los dos personajes masculinos homosexuales afirman querer ocupar el lugar de la mujer en la relación; un rol femenino tradicional, patriarcal, marcado a fuego por la mirada masculina. Volviendo a Baudrillard, la seducción sería una fuerza esencialmente femenina al invertir esos roles, al subvertir el poder de la sexualidad (que denomina puramente masculina). Escritor maldito y eternamente polémico, Baudrillard no escapa de una visión heteronormada donde lo femenino es esencializado y ahistórico, no se hace carne en un sujeto político. Donde Baudrillard hace una crítica estética, Judith Butler hace una crítica política, donde la performatividad es una práctica político-cultural en la que se pone en juego algo más que la discursividad del poder: se expone la propia existencia. Entonces, la seducción en East Palace, West Palace es pura y performativamente masculina, desde las escenas de cruising iniciales hasta la violencia desplegada sobre los cuerpos masculinizados, tanto sexual como física: es un mundo de hombres en el que por ser gay te meten preso, te golpean y te matan. En China la película fue censurada y su director no pudo viajar al Festival de Cannes.

Si Baudrillard habla de “la transparencia del mal” para referirse a la contemporaneidad, lo queer aparece como opacidad subversiva: se hace cuerpo y sangre, tiempo y espacio. Es jugar al juego de la seducción corriendo el riesgo de morir en el intento. Al final, la seducción (como campo de batalla político, no estético) se consuma cuando, de rodillas, sosteniendo una manguera y como si fuera a chuparle la pija, el prisionero le dice al policía, que lo persiguió y golpeó para besarlo: “Me hiciste tantas preguntas… ¿no es hora de que te las hagas vos?”.

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