Una nueva primavera, una nueva oportunidad de leer en Taipei los fanzines del FestiFreak del año anterior. La edición #19 del festival se llevó a cabo entre el 27 de septiembre y el 8 de octubre de 2023 en los cines Select y Cinema Paradiso de La Plata (además de actividades en otros espacios, como la Sala Polivalente del Pasaje Dardo Rocha y el Centro de Arte de la UNLP). En esta ocasión, cada texto fue escrito entre dos personas (y, en un caso, tres), con una consigna libre que permitía navegar entre lo analítico, lo poético y lo epistolar. El equipo, coordinado por Álvaro Bretal, consiste en miembros regulares de Taipei y numerosas firmas amigas. Se cubrieron películas recientes y algunos films argentinos de décadas pasadas que fueron proyectados en fílmico.
Los invitamos, también, a la edición #20 (¡aniversario!) del FestiFreak, que ocurrirá en La Plata entre el 16 y el 27 de octubre de 2024 y que también incluirá fanzines de diez de las películas proyectadas. El diseño de todos los fanzines es de Morpurgo Ediciones.
Los fanzines correspondientes a la edición #18 del Freak pueden leerse acá.
Frankenstein y la cinefilia
Ale Tevez y Álvaro Bretal
(sobre Hello Dankness, de Soda Jerk)
Hay que hacer un ejercicio: leer cada texto escrito sobre la obra de las Soda Jerk y tomar un trago cada vez que se nombre la palabra sample. El hígado del espectador rogará tarde o temprano piedad. El uso —y abuso— de ese concepto dista de ser apropiado para hablar de su obra: su procedencia del ámbito musical le impide formar parte del mundo de esta dupla de artistas cuyo trabajo no sería posible sin la potencia y las posibilidades que únicamente puede brindarles el cine. El acercamiento a su nueva e inquietante película motiva a varias preguntas esenciales. ¿Aman las películas que diseccionaron? ¿Se burlan de ellas? ¿Se las apropian y, en un gesto desmesurado, las resignifican? ¿Dialogan? ¿Importa acaso todo esto? Lo único que se desprende de este mashup —otro concepto equívoco, pero poco se puede hacer si el diccionario audiovisual no ha visto renovación alguna— es que estas anarquistas visuales creen que el cine es algo muy serio y que para celebrarlo hay que destruir ese aura de suntuosidad que lo envuelve, aunque pueda sonar un poco contradictorio. Hello Dankness nos confirma de forma extrema que el valor estético y político no es propio de esas unidades que llamamos películas sino del cine como sistema, como lenguaje. (A.T.)
“Dank” significa viscoso, húmedo, pesado. Un clima caldeado, diríamos por acá. Desde el vamos hay un guiño cultural: “Hello darkness, my old friend” eran las primeras palabras que cantaban Paul Simon y Art Garfunkel en su canción “The Sound of Silence”. En cierto sentido, la frase exacta de Simon & Garfunkel también podría funcionar como título de la película; no sería la primera vez que se identifica al gobierno de Donald Trump, el período político narrado en Hello Dankness, con el oscurantismo. Pero las australianas Soda Jerk optan por torcer, mezclar, superponer palabras e imágenes con el objetivo de redoblar o subvertir, dependiendo el caso, su significado original. Hay algo de síntoma de época: a medida que se agota el potencial sugestivo y misterioso de lo lejano, gracias a esa fosa de las Marianas de postas que es Internet, la única opción parece ser explorar la multiplicidad escondida en los pliegues de productos y obras que ya conocemos. Y Hello Dankness va justamente ahí, a las ficciones audiovisuales más familiares, a esos territorios cómodos donde no siempre esperamos encontrar una huella de las tormentas sociales que con frecuencia nos golpean. (A.B.)
“El ocaso del relato cinéfilo coincide con un momento de gran vitalidad de las imágenes fuera del cine: multiplicadas, influyentes, excesivas, mezcladas con el lenguaje común, fácilmente manipulables, cambiantes, de todos los tamaños y en todos los formatos”. Esta cita pertenece a Contra la cinefilia, el libro de Vicente Monroy que suscitó algunas polémicas aisladas. El argumento de la decadencia de la cinefilia, palabra utilizada actualmente como un insulto o una patología, se desploma ante la aparición de Hello Dankness, que desborda de imágenes multiplicadas y manipulables, en todos los tamaños y formatos, y mezcladas en un lenguaje común de manera excesiva. La conexión entre los asuntos del cine y los de la vida política de un país que construye la película no hacen más que derrotar al escepticismo de Monroy. Más que nada porque a ese reproche ante la pérdida de posición privilegiada del cine a la hora de representar la realidad, Soda Jerk le responde con el arma más letal que tienen a mano: su cinefilia. (A.T.)
La cinefilia de Hello Dankness es orgullosamente mainstream. Uno podría pararse en la vereda de enfrente y exigir un poco más de sofisticación, pero sería perder de vista que se trata de una decisión inevitable: para hablar de las capas más profundas de la sociedad norteamericana, para hablar de su inconsciente, hay que apuntar directo a la superficie. Y esa superficie es tan compleja que cada uno podría armar un recorrido personal, un Hello Dankness íntimo. Por ejemplo, hagamos foco en el terror, actor fuerte de la industria yankee, precursor de este pantano de secuelas y remakes en el que estamos sumergidos. Tenemos a Nancy, la víctima estrella de Freddy Krueger, como una decepcionada votante de Bernie Sanders, tenemos a los zombies de Romero, al Fantasma de la Ópera (aka Vladimir Putin) y al apocalipsis cómico-pero-no-tanto de Este es el fin. La película misma es, de hecho, un monstruo clásico: Soda Jerk consiguió, extirpando, recauchutando y cosiendo, una versión auténticamente moderna del monstruo de Frankenstein. (A.B.)
Ceremonias de tierra y asfalto
Mercedes Orden y Belén Paladino
(sobre Inside the Yellow Cocoon Shell, de Pam Thien An)
I. Pasajes
Escribe Georges Bataille: “Esencialmente lo sagrado es un retorno al silencio de muerte (y el silencio de la muerte siempre se mantiene sagrado)”. La ciudad, el ruido, las pantallas, el ritmo enajenado impiden una pausa para reflexionar acerca de la fe. En las conversaciones entre amigos los debates sobre la posibilidad de la vida eterna y el significado de la existencia adquieren un carácter banal dentro de un zapping de temas posibles. No hay tiempo para profundizar el análisis, porque en verdad no hay tiempo (solo instantes y obsolescencias). Cuando el hombre llega al pueblo, las imágenes cambian: el trabajo artesanal, los rituales fúnebres, las velas como ofrenda a las figuras religiosas y las flores para recordar a les ausentes irrumpen en lo cotidiano defendiendo su impronta sagrada. En el tiempo detenido ante la pérdida, el silencio permite la contemplación. El hombre confirma su comunión con la tierra y busca a su alrededor las respuestas que no llegan. La creencia no es acerca del mito único, sino de lo que se descubre en el contacto íntimo con la naturaleza. Escribe Georges Bataille: “La ausencia de Dios no es la clausura: es la apertura del infinito”.
II. Perderse
Abandonar Saigón, alejarse de las luces artificiales y los sonidos. Regresar al pueblo, deambular en medio de la vegetación, conocer a un viejo combatiente, reencontrarse con un antiguo amor. Perderse entre la bruma para descubrir un arbusto repleto de mariposas blancas. Tal vez las mariposas encierran un secreto. Estar abierto al acontecimiento. Esperar es una acción, una invitación a que algo se manifieste. Para encontrarse primero hay que perderse. Escribe Bataille: “Es tiempo de abandonar el mundo de los civilizados y su luz […] El mundo al que hemos pertenecido no propone nada para amar”. Deambular a tientas en la oscuridad en busca de una respuesta posible, frágil, provisoria. Buscar en el pasado, en el confuso origen de los tiempos, aquello que nos permita —aunque falten pistas para comenzar— impulsarnos hacia adelante para construir un mundo que sea posible amar.
III. Duelo
A la hora en que la luz se extingue, el sueño no llega y lo único que brilla son las agujas fluorescentes del reloj despertador, las preguntas del sobrino emergen: ¿Dónde está el cielo? ¿Qué es la fe? ¿Qué forma tiene? A la edad de los ‘por qué’, el niño se enfrenta a la certeza irremediable de una herida. La pérdida toma forma y espacio. El tío aprende el ejercicio de dar respuestas como una forma de cuidado. Él también quisiera saber o creer, encontrar los sentidos para que esa soledad que los atañe se acorte.
La pregunta como forma de habitar el mundo. ¿Crecer será perder la capacidad de hacer preguntas? ¿Una forma de adecuarse al mundo? El tío recuperará para su sobrino algo de la magia perdida en aquella habitación compartida. Allí será posible que un puño cerrado al abrirse descubra una campana y que al hacerla sonar dos pequeños peces aparezcan en un florero. Para que la magia ocurra hay que confiar en el poder evocador de la palabra. En aquella palabra tan breve que el niño dice en voz alta: agua.
La luz desaparece pero no las preguntas. La fe como un gorrión malherido que hay que cuidar para que no muera.
En el principio, el mundo dijo sí
Milagros Porta y Juana Tenenbaum
(sobre Last Things, de Deborah Stratman)
Juani,
Hace unos días hablamos de la dificultad de confeccionar imágenes y sonidos que cortocircuiten nuestra percepción adormecida por ráfagas de estímulos. Last Things tiene, ¿no?, la capacidad de encontrar, en piedras, minerales y microbios, el asombro de una historia geológica y la intuición de futuros latentes en todo organismo. Sustrayendo la centralidad humana, el planeta tintinea, silba y ensordece. Dice cosas que no había dicho antes. Explora el archivo contenido en su propia materialidad.
¿Notaste cómo las citas literarias –Lispector, Caillois, Weinberger, Rosny– y el discurso científico tienen regímenes de representación completamente distintos? Por un lado las voces en off que susurran en inglés y francés, por el otro las entrevistas a científicos enmarcadas en sus estudios y laboratorios. Como si Deborah Stratman quisiera salvar a la película de la mezcla posmoderna entre invención y realidad. Su manera de entender la ficción especulativa la posiciona como una maestra de la sospecha: va elaborando “un enfoque húmedo sobre los minerales, donde el sci-fi se encuentra con el sci-fact”, según la sinopsis de Last Things. Un frotamiento, un roce productivo donde ambas esferas se descomponen y producen esporas visuales y sonoras.
No sé si viste Herbaria, de Leandro Listorti, una película argentina del año pasado que, si bien no juega con el aspecto literario, también investiga los rincones geológicos donde la materia rima con el cine. Ambxs cineastas entienden la textura, el código y la fermentación del celuloide. Por eso trabajan con Súper 8, 16 y 35 mm. Un doble programa posible: minerales, herbarios y películas como microscopios. El ensayo fílmico está vivo, así como las rocas y las plantas.
Mili,
Las miles y miles de imágenes a las que estamos sobreexpuestos casi involuntariamente terminan conformando una gran nebulosa insensible, difícil de registrar. Last Things, contrariamente a lo que comentábamos hace unos días, nos permite encontrarnos con una duración ajena: la de la piedra como archivo. Terminamos confiando en ella, en su extensión marcada por notas ásperas con largas pausas y sonidos metálicos aunque armoniosos. En lugar de observar las rocas se nos invita a sentir cómo habría sido existir con ellas mientras la Tierra aparecía y sacaba vida de su agitación ocurrida millones de años atrás. ¿Recordás esa tal historia sobre la Gran Explosión? Recién ahora puedo imaginarla.
Desplazada hacia un costado la figura humana, Stratman dibuja, por un lado, líneas paralelas con voces en off al estilo de Chris Marker, y escenas de científicos en laboratorios geológicos, por el otro. Las líneas juegan simultáneamente, sin tocarse o siquiera saber la una de la otra. Sin embargo, la ciencia, la especulación, la poesía y la geología logran desarrollar individualmente (o, tal vez, en conjunto) imágenes que van desde formas microscópicas hasta paisajes inquietantes dominados por vibraciones y resonancias. El sci-fi se encuentra con el sci-fact, así es.
En Herbaria se vinculan los procesos de preservación de plantas endémicas para contar el mundo (o una parte de él), y este film nos acerca similarmente a esas otras formas de existencia, al igual que al misterio de tiempos pasados. Además de Listorti pensé en el cineasta norteamericano Stan Brakhage, quien ha buscado revelar lo universal en aquellos elementos más mínimos, por medio de técnicas como las exposiciones múltiples o las pintadas sobre celuloide. Ese doble programa que mencionás nos conduce, tal vez, a la infinita ecuación sobre la formación de la materia, el espacio y el tiempo. Finalmente, al Universo.