Luz primaveral a primera vista

Esta entrega fue posible gracias a la invitación de Ramiro Casasola Lago a escribir sobre Primavera en un pueblo pequeño, que será proyectada el viernes 19 de septiembre en el Cineclub Los Inútiles de Mar del Plata.

Todos esos momentos se van a perder en el tiempo
como lágrimas en la lluvia

Monólogo final del replicante Roy Blatty en Blade Runner

En su crítica de Con ánimo de amar, publicada en El espectador imaginario, Pablo Castriota rescata la figura de los antiguos poetas arábigo-andalusíes para compararla con la poética de la exuberancia del cine de Wong Kar-wai. El crítico afirma que el director hongkonés fue quien más se acercó al género de poesía paisajística rawdiyyat, que se ocupaba de “equiparar el rubor carmesí de las mejillas con el color de las rosas, los perfumes nocturnos del alhelí con la hipocresía de un bebedor musulmán o el interior de un nenúfar con la cara de una moneda”. Los amarillos y carmesíes que inundan los tapices, cortinas y vestidos florales de Con ánimo de amar comparten ese espíritu báquico de desborde sensorial que Castriota le adjudica a los poetas andalusíes, no solo por la extrema estilización formal, sino por su conexión con un tiempo remoto: los poemas árabigos se remontan a la era preislámica, y Con ánimo de amar finaliza en el templo ancestral de Angkor Wat.

Con ánimo de amar

En 1948, un año antes de que el Partido Comunista de Mao se alce triunfal en la Guerra Civil contra los Nacionalistas, Fei Mu estrena Primavera en un pueblo pequeño. El director filma el romance imposible entre Yuwan, casada con el enfermo crónico Liyan, y Zhichen, un médico que vuelve de Shanghái, viejo amigo de su marido y enamorado de su juventud. Mientras que Wong, inspirado en el film, hace un melodrama de interiores en un pequeño enclave shanghainés en la Hong Kong de los 60, centrándose en el mundo del matrimonio de clase media, Fei opera sobre ese mismo mundo en un contexto mucho más hostil: vidas rotas y casas derruidas por la guerra. Yuwan camina circundando lo que queda de un muro en las afueras del pueblo, donde junta fuerzas para volver a un hogar igual de ruinoso que su relación con Liyan, a quien cuida de sus enfermedades a pesar de todo. Cuando Zhichen irrumpe en ese equilibrio frágil de la vida conyugal, se despierta el viejo amor que compartió con Yuwan, amor que nació muerto. La culpa, el dolor y la crueldad que siente la protagonista se despliegan en una voice-over que comparte la misma cadencia poética que los primeros films de Wong, un recurso paradójicamente ausente en Con ánimo de amar: el hongkonés se vale de miradas, gestos mínimos y secuencias que van construyendo el amor imposible entre Chow y Su, quienes hacen una pantomima amarga del cortejo entre sus respectivas parejas, que los engañan entre sí. Buscando dilucidar cómo se llegaron a enamorar sus cónyuges, no se dieron cuenta de lo que floreció entre ellos. “Los sentimientos pueden crecer de repente. Pensé que tenía todo bajo control”, dice Chow a Su en la escena que le confiesa su amor.

La patria yace en ruinas,
mas ríos y montañas perduran.
En la ciudad, la primavera
desborda en maleza y follaje.

Las flores me arrancan lágrimas,
las aves me desgarran el pecho.
Tres meses de hogueras de guerra,
una carta del hogar vale un tesoro.

Las canas, al rascar mi frente,
se quiebran cada vez más escasas:
tan ralas que ya no sostiene la hebilla.

Este poema de Du Fu, escritor de la dinastía Tang, se titula “Vista de primavera”. Al contrario de las eras de bonanza que disfrutaban los poetas andalusíes de la época de los taifas, Du Fu retrata momentos de ruina, encontrando belleza entre el dolor de lo que dejó la guerra. Esa misma lírica comparte la película de Fei Mu. ¿Qué razón hay para seguir poniendo ladrillo sobre ladrillo, si no hay pared que aguante? Yuwan y Zhichen contienen su deseo mutuo, se niegan los besos prohibidos, reprimen sus emociones antiguas: todo en pos de mantener lo poco que queda en pie, ese amor frágil, tan roto como la salud de Liyan, que está constantemente a punto de derrumbarse. Tanto Con ánimo de amar como Primavera en un pueblo pequeño son películas sobre el dolor inarticulable del amor prohibido por los códigos de conducta de la adultez en el tiempo histórico y el espacio que les toca vivir, lo que los junta caprichosamente (en un departamento apretado de Hong Kong en los 60, en un pueblo pequeño de China en tiempos de guerra) y, a su vez, los condena a separarse. Wong encapsula a sus personajes entre los marcos decorados con flores y cortinas; Fei los encierra en los agujeros de paredes destruidas por las bombas.

Si el primer Wong, desde El fluir de las lágrimas hasta Ángeles caídos, retrata el universo alterado del amor juvenil, tan osado como fugaz, estas dos películas son sobre la estancia, la rigidez del mundo conyugal adulto, incluso cuando signifique renunciar al deseo, que paraliza con terror antes que movilizar con voluntad. Chow y Su nunca logran reencontrarse luego de que ella vuelve con su marido y él se va a Singapur, y Liyan y Yuwan se van caminando de la mano, amargamente, mientras Zhichen se aleja. Solo queda volver al principio, y esperar a la próxima primavera.

Con ánimo de amar

Celeste Damiani nació en Buenos Aires en el año 2000. Estudia la Licenciatura en Sociología en la Universidad de Buenos Aires. Colaboró con críticas para medios como Taipei o Izquierda Web, y para los fanzines del 18° Festival Internacional de Cine Independiente de La Plata FestiFreak. Coedita la revista En otro orden.


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