Publicaremos, en tres partes, traducciones originales al español de dos entrevistas y un testimonio del director japonés Seijun Suzuki reunidas en el libro The Desert under the Cherry Blossoms, Rotterdam, Uniepers, 1991, publicado conjuntamente con el Festival de Rotterdam. El libro original es de carácter bilingüe, en neerlandés e inglés.
“El caso de El imperio de los sentidos – Testimonio final como testigo experto: Cine, cineastas y Oshima”, declaración proclamada el 26 de julio de 1979 en el juicio contra El imperio de los sentidos (1976), fue publicado originalmente en Koshu [Reflexiones solitarias], Hokuto Shobo, 1980.
Traducción: Álvaro Bretal1
En conclusión, ante el juez presidente y los miembros del tribunal, voy a exponer sobre el cine en general, sobre los cineastas y sobre [Nagisa] Oshima. Pero antes me gustaría hacerle al juez el siguiente pedido. Más allá de la culpabilidad o inocencia de Oshima, me gustaría que se tomen medidas para publicar el libro Ai no korida2, que ha sido confiscado por la policía metropolitana, y para que se venda en todas las librerías del país.3
No importa cuáles sean las circunstancias, negar la existencia de un libro, y por lo tanto matarlo, es algo indefendible. Voy a ir más lejos: el guion de El imperio de los sentidos —cuyos aspectos sexuales han sido fuertemente exagerados, y que es brillante en términos de estructura— merece formar parte de los anales de la historia. Quienes estamos convencidos de esto y hacemos todo lo posible para lograrlo, estamos siendo frustrados por una pequeña pandilla de imperialistas y pseudonazis.
Quemar y expurgar libros es altamente reprochable. Si un hombre mata a otro, lo que queda es un cadáver. Alguien que ve el cadáver puede pensar: qué brutal, qué lamentable o, tal vez, qué triste. Si se conocen los hechos, puede tenerse alguna opinión respecto del cadáver. Pero de Ai no korida no queda ni siquiera un cadáver. El cadáver de la novela a la que me refiero es un libro en el que las partes ofensivas fueron tapadas con tinta negra. Un libro con heridas de puñalada en veinticinco lugares diferentes, que dan testimonio de un asesinato cruel y despiadado. No falta mucho para que el mundo conozca el veredicto de este tribunal. Más allá de cuál sea el veredicto, es insensato desde la base esperar que, bajo estas circunstancias, sin rastros del cuerpo, la gente juzgue con justicia la supuesta obscenidad. ¿No es una ofensa contra la decencia pública?
Con el objetivo de liberar el juicio de la gente de esta incertidumbre, y de acuerdo al principio de que no debería negarse la existencia de ningún libro, solicito que con urgencia se rescinda la orden de confiscación policial y se distribuya el libro entre la mayor cantidad de gente posible.

Aunque fui llamado ante este tribunal como testigo, incluso para mí es difícil desentrañar la verdadera naturaleza del término obscenidad. Para quienes no están presentes acá, es una tarea todavía más imposible. Es esencial, tanto para la fiscalía como para la defensa, que la gente entienda cabalmente a qué se hace referencia con “ofensa contra la decencia pública”. Entonces, antes de que este tribunal juzgue si El imperio de los sentidos es un film obsceno, el libro epónimo debería estar disponible para todo el mundo. Como esta verdad tan sencilla ha sido ignorada, no tengo otra opción que actuar como testigo de Oshima y alegar su inocencia.
A veces, los veredictos de casos judiciales importantes son anunciados en la televisión. De pronto, de uno de los rincones del juzgado, se despliega un cartel con la palabra “culpable”. Cada tanto también aparece la palabra “inocente”. Más allá de cuál de las dos palabras aparezca, el espectáculo me parece aborrecible. Muchos solo recuerdan el estigma —las palabras en el cartel no significan mucho más— y basan en eso su opinión sobre el caso. Bajo estas circunstancias, con Ai no korida no disponible para las masas, no tengo más opción que utilizar el mismo estigma. Cuando me aceptaron como testigo experto, opté por adoptar el siguiente principio: que en este caso, como dicen, solo cuenta ganar. Durante las sesiones públicas pudieron escucharse distintas opiniones. Esto me hizo notar que el proceso de formar una opinión juega un rol crucial en el tribunal. Pero en tanto Ai no korida, que fue señalada como el prototipo de la novela obscena durante la audiencia preliminar, no esté disponible públicamente, existe el riesgo de que una condena por delito contra la decencia pública se pase completamente de la raya. Al mismo tiempo, el veredicto-por-cartel tiene el efecto de que el razonamiento que lo sostiene no deja una impresión duradera en las masas. Un “culpable”, sobre todo, se convierte en una realidad incontrovertible. El imperio de los sentidos es inocente, lo que significa que la acusación de indecencia es infundada. Estaba determinado a que se declarara inocente a El imperio de los sentidos a cualquier costo, incluso si hubiera tenido que decir que lo negro era blanco o basar mi razonamiento en mentiras. Por suerte, no me vi forzado a recurrir al engaño ante este tribunal. La inocencia de Oshima era demasiado obvia.
Pero en algunas oportunidades tuve el corazón en la boca, sobre todo cuando vi cómo Oshima se comportaba ante el fiscal. Después de una de las sesiones, de pronto gritó: “Por Dios, ¿de verdad pensás que voy a admitir esto? ¡Usá tu cabeza, hombre!” El juez todavía estaba presente en el tribunal, y el fiscal se acercó al palco de los testigos para discutir parte de la evidencia. Durante todo el juicio, él continuamente perdió la paciencia con el fiscal, y cuando lo interrogaron contestó todas las preguntas con unos indignantes “no sé”, “no tengo idea” y “no estoy familiarizado con eso”, hasta que finalmente el juez lo llamó al orden y le exigió que respondiera las preguntas. Pero yo tampoco logré mantener la calma. Actué siguiendo la popular idea falsa de que tenés que darle una buena impresión al juez. Cuando te ponés a pensar, el comportamiento de Oshima fue completamente normal. En el tribunal, tenés que odiar con intensidad a tu oponente. En este caso, el fiscal es el oponente, y por eso actuaba como si no lo reconociera cuando me lo cruzaba en los pasillos o en el ascensor. La fuerza de Oshima en este caso yace en su desprecio a sus oponentes. Ahora, si bien sigue siendo la cara del fiscal la que mira hacia otro lado con disgusto, si el veredicto es culpable probablemente termine odiando a todo el elenco, incluyendo al juez. Hasta puedo imaginarme pinchando con alfileres una efigie del juez, de noche, clandestinamente, con el objetivo de lanzarle una maldición. Pero presumo que este juez entendió la verdadera naturaleza del acusado, y confío en que él le dio una impresión favorable. Si no se la dio, estamos en problemas. En este momento la Sociedad de Cineastas Japoneses está trabajando en tres problemas: el de los derechos de autor, el de la Comisión para la Administración del Código de Ética en Largometrajes y el Capítulo 175 del Código Penal, y el de la proyección de largometrajes en televisión. Nos defendemos contra la regularización de los largometrajes, que constituye una restricción de los derechos humanos. En consecuencia, a la luz de este caso rechazo el razonamiento que concierne a los derechos de autor en la legislación actual. Por eso le solicito a este tribunal que dicte un veredicto claro, no solo en cuanto al tema de la obscenidad, naturalmente, sino también en la jurisdicción concerniente a los derechos de autor en los fotogramas de películas. El problema con el Capítulo 175 y la ética en las películas es que ya no es posible mostrar sexo explícito, incluso en películas que no pertenecen al género llamado “porno”. En la mayoría de los casos, mostrar actos sexuales o los cuerpos desnudos de hombres y mujeres sin censura es mucho más convincente que sugerirlos. Mostrarlos directamente hace que los actos sexuales sean más fáciles de comprender. En otras palabras, si uno es capaz de hacer una escena así de forma exitosa, se vuelve tan efectiva y significativa que vale más que mil palabras. Sin embargo nosotros, los cineastas, estamos forzados por el Capítulo 175 a hacer un largo desvío. Los actores que saben desde el vamos que partes de la toma van a ser retocadas4 usan pareos para tapar sus genitales. Esto lleva a cambios sutiles en la calidad de la actuación. Este cambio traiciona al director, naturalmente, y el sexo representado por los actores y el director se vuelve cobarde y distorsionado. Es por eso que el Capítulo 175 es un obstáculo para nosotros. Oshima ya respondió las preguntas de la corte sobre las contramedidas que se deberían tomar, pero también me gustaría pedirle a la Sociedad de Cineastas una liberalización gradual de la representación del sexo en las películas. Si están preocupados por la reputación de su sociedad, esta no es una razón suficiente para ignorar el problema.




No voy a discutir acá el problema relativo a la proyección de películas en la televisión. Cuando se trata de los problemas que mencioné, y por los recientes intentos de aumentar la apreciación y los salarios de directores en comparación al ciudadano promedio, muchas personas jóvenes son muy explícitas en su apoyo a la candidatura de Oshima para la presidencia. Y pienso que está muy bien calificado para este puesto. Él ya es el rostro y el símbolo de la Sociedad de Cineastas. Si es elegido por su tarea ejecutiva va a recibir todavía más publicidad de la que ya recibe. En este contexto, una condena por un delito contra la decencia pública sería una mancha en su reputación. Su verdadera fuerza no reside en algo tan insignificante como una ofensa de la decencia pública. Como sea, la cuestión es qué van a pensar las masas, que desconocen los detalles del caso. Las masas pueden quedar inmediatamente cautivadas por los rasgos principescos de Oshima cuando sean mostrados en los diarios, las revistas y la televisión, pero apenas el veredicto aparezca en los carteles, esta admiración va a convertirse en desprecio. No puedo soportar la idea de que sea humillado de esta forma, en parte como representante de nuestra sociedad. Es un hombre decente. “Aquí yace la tercera categoría” es el epitafio que mi esposa pensó para mi tumba. Incluso un director de tercera categoría como yo es tratado con respeto por Oshima, aunque más no sea porque soy más viejo que él. Él respeta el punto de vista de un colega más viejo y terco. Lo escucha con paciencia, y si está en desacuerdo trata de convencerlo sin ofenderlo. Su comportamiento apenas cambió desde los días impetuosos en que se peleaba constantemente y no paraba de hacerse enemigos. Ninguno de los colegas más viejos que le tienen antipatía se tomó el trabajo de reconsiderar su opinión. Yo mismo no suelo tomar partido en discusiones, pero aun así una vez lo convertí en mi enemigo. Ocurrió al inicio de un encuentro que tenía como objetivo apoyar mi trabajo.5 Oshima anunció que me consideraría un enemigo si yo no volvía a trabajar en tres años. Me tomó diez años volver a hacer una película, así que durante siete años fui su enemigo. Hace poco, su compañía, Sozosha, recaudó dinero para cubrir mis gastos durante este juicio. No quiero en absoluto que él resulte herido a causa del Capítulo 175. Últimamente, ha habido una tendencia a considerar una condena por delitos contra la decencia pública como un honor, pero un crimen infame sigue siendo un crimen infame, y eso no es honorable.
Pero incluso este Oshima irreprochable a veces hace cosas que te hacen preguntarte: “¿de qué se trata todo esto?”. Oshima, que después de todo es un pensador extremadamente racionalista, a veces cae en razonamientos irracionales cuando las circunstancias le dan motivos. Además, le gusta beber. Dice que, cuando abandona un bar de noche, borracho, “tomarme un taxi a casa es el único lujo que me permito”. En otras palabras: ¿qué es para él una multa de 500.000 yenes? Con 500.000 yenes uno puede permitirse ese pequeño lujo cuarenta o cincuenta veces por año, es decir tres o cuatro veces por mes. Durante mucho tiempo sufrió por el fracaso financiero de sus películas, hasta que finalmente empezó a tener ganancias con El imperio de los sentidos. Pero antes de que se diera cuenta, tuvo que gastar esas ganancias en honorarios legales para su juicio. El difunto Yasujiro Ozu, miembro de la Sociedad de Artistas Japoneses, condecorado en numerosas ocasiones y director de la Sociedad de Cineastas Japoneses, una vez me enseñó lo siguiente: nunca bebas vino de mesa; siempre tratá de beber un vino de calidad superior, porque lo que más necesita un cineasta es un sentido de la extravagancia. Yo todavía soy un pobre desgraciado, probablemente como muchos otros directores. Creo que incluso un solo director de cine rico sería una buena señal. Pero han hecho imposible que Oshima se haga rico. Los magistrados son despiadados.

“Esta vez voy a hacer una película entretenida”, dijo antes de empezar El imperio de los sentidos. En el pasado, sus películas generalmente eran consideradas películas políticas, en las que los temas políticos y sociales se abordaban desde un punto de vista extremadamente crítico. La perspectiva de Oshima era que quienes miran sus películas comparten la responsabilidad por ellas. Esto está basado en la noción de que el espectador participa en la realización de una película. Por eso, cuando uno mira sus películas, es tan acuciante la sensación de tener que elegir entre verlas y dejar de verlas. Puede darse el lujo de usar este método presuntuoso. Hacer El imperio de los sentidos en Japón y después importarla desde Francia es otro aspecto peculiar de su método. En nuestro caso, recibimos la asignación habitual del estudio, tras lo cual presentamos un cronograma y hacemos la película. En el caso de Oshima, el modo en que va a producir su próxima película suele estar envuelto en la oscuridad.
En este tribunal está siendo criticado el derecho a ver algo. Para Oshima, esta es una discusión desvergonzada en sí misma, porque él la atacó hace mucho tiempo al experimentar con sus reglas en sus películas. Al final, el éxito de la película depende del talento del director, pero lo que puede llevar este talento a su máximo esplendor no es un conjunto de reglas estrictas, sino un método completamente individual.
Cuando Oshima me dijo que esta vez iba a hacer una película entretenida, mi primera reacción fue: “¿Qué carajo?” Me imaginé que la interpretación de Oshima del “entretenimiento” me iba a resultar más clara cuando viera la película, pero esta versión de El imperio de los sentidos, plagada de retoques, no fue para mí una fuente de entretenimiento. Yo mismo siempre he hecho películas de entretenimiento; creo que el cine es un espectáculo. Excitar la curiosidad del espectador, disfrazar lo irreal para que parezca real, engañar al espectador: de eso se trata el espectáculo. El espectáculo es un juego en el que sabés desde el vamos que estás siendo engañado, y [no diría] ni una palabra negativa sobre el espectador que piensa que lo falso es real; quien ve la falsedad por lo que es no se enoja, sino que se ríe de la indiferencia con la que compró la entrada. El hombre tiene el hábito innato de usar como un juguete todo lo que está a su alcance. Por esta tendencia, hasta el sexo corre el riesgo de convertirse en el objeto de un juego. Durante la era Edo [1605-1867] existía un juego popular en el que se maquillaban los genitales de una mujer con carmín y polvo blanco, se le ataba el vello púbico con un lazo y se la penetraba con un objeto para diversión de todos. Más allá de que durante el período Bakumatsu [el declive de la era Edo] este juego fue prohibido, hasta donde sabemos siguió practicándose hasta la Restauración Meiji [1869-1912]. El espectáculo y el sexo como un juego son cosas de todos los días. Lamentablemente, el hombre no nace un ángel.
Dudo en usar el guion de El imperio de los sentidos para deducir cómo el sexo podría ser presentado como “entretenimiento”. Oshima abandonó de forma temporal la política, el fenómeno que necesariamente moviliza la razón, las emociones y los deseos: en resumen, todos los dominios de la vida humana. Al elegir el incidente de Sada Abe como tema de su película,6 anunció su intención de tratar al amor como el valor moral más importante. Consciente del realismo de Stanislavski, tuvo que retratar a Sada Abe y Yoshizo Ishida (Kichizo) según las conclusiones de la investigación. Hizo que el espectador anhelara el amor entre Sada y Kichizo, y este anhelo es lo único que ahora puedo interpretar como el “entretenimiento” al que Oshima se refería. Es muy problemático que la película no esté disponible, porque ahora corremos el riesgo de malinterpretarlo al considerar solo este anhelo como el entretenimiento del sexo.


El guion de El imperio de los sentidos es excelente por su vocabulario directo y detallado. El poder del mundo imaginario de Oshima es ilimitado, y entrelaza muchas cosas hermosas e inmorales en un maelstrom efervescente. Cuando terminó el guion debe haberse sentido mortalmente cansado, y debe haber tenido la sensación de que la película ya había sido hecha. Pero él es sin dudas un cineasta que debería ser juzgado por sus películas. Mientras mejor es el guion, más difícil se vuelve hacer una película que lo supere. Al visualizar palabras abstractas, o filmarlas, es normal que las impresiones que despertaron al leerlas estén limitadas por las condiciones naturales y artificiales del cine. Si le das sustancia a un guion de una forma poco entusiasta, podés esperar una respuesta como: “¿Cómo es posible, con un guion tan interesante…?” Lo que hizo que Oshima se sintiera alentado, creo, fue la sensación de que su destino era triunfar en el mundo del cine internacional. Intentó lograr esta misión haciendo una película pornográfica que, partiendo de la sensualidad japonesa contemporánea, y basada en las tradiciones, cultura y costumbres japonesas, mostrara el costado más oscuro y retorcido del erotismo. Pero el Capítulo 175 se interpuso en su camino como un muro gigante de justicia.
En general, la mejor forma de vivir legalmente es encerrándote en casa y dejando que la vida te pase por el costado. Pero apenas abandonás tu casa, listo. Al escribir este guion, Oshima negó la existencia de la inmoralidad. Para el aventurero espiritual Oshima, el muro del Capítulo 175 no existió nunca. Es una pena, pero si bien negar la existencia de la inmoralidad era tarea de la filosofía, Oshima le ganó de mano. Partiendo de la hipótesis de que podría existir una cosa tal como la inmoralidad, la redujo a un problema legal. Si bien el fiscal lo acusa de delito contra la decencia pública por tres cargos graves, basamos nuestra defensa en el Capítulo 21 de la Constitución [relativo a la libertad de expresión]. Si el veredicto de este caso fuera culpable, yo sería forzado, por la argumentación que utilicé, a no reconocer más el Capítulo 21 de la Constitución. No sé cuál sería el efecto durante el resto de mi vida, pero este es el argumento en el que baso mi defensa de Oshima. […]
Su Señoría, le pido que considere con cuidado lo siguiente. La libertad de expresión llevó a una serie de eventos desastrosos, como el incidente Taigyaku,7 la Ley de Orden Público8 y ahora esta Ley de Decencia Pública. Su Señoría, su coraje y su penetrante visión podrían romper este círculo lamentable. Oshima es inocente. Esto significa que los quemadores de libros, los fiscales y la policía son culpables. Desde el inicio me pareció extraño que a estos asesinos, que cometieron un error de juicio, se les permita andar por ahí a plena luz del día con impunidad. Sería justo que se los castigara con severidad.

Notas:
- Previamente traducido del japonés al neerlandés por Geert van Bremen y Naoko Shashiki, y del neerlandés al inglés por Frank van Herk. ↩︎
- Con el objetivo de distinguir el libro de la película, para el primero se mantendrá el título original —Ai no korida—, mientras que para la segunda se utilizará la traducción con que se estrenó en Argentina —El imperio de los sentidos—. [N. del T.] ↩︎
- El libro al que hace referencia Suzuki contiene fotogramas y notas de guion de la película, y fue editado en 1976 por la editorial San’ichishobo. [N. del T.] ↩︎
- Los genitales no pueden mostrarse en el cine, la televisión ni la prensa, y existen numerosas técnicas para ocultarlos. Últimamente se puso de moda usar una estrella centelleante, en algunos casos acompañada de sonidos apropiados. También está prohibido representar genitales en pinturas o dibujos, con la única excepción de las tradicionales shunga (“grabados de primavera” o grabados eróticos). Cuando el año pasado se encargaron retoques para una película sobre la shunga, un diario publicó inmediatamente fotogramas de la película sin retoques. ↩︎
- En abril de 1968, después de Marcado para matar [Koroshi no rakuin] (detestada profundamente por Hori Kyusaku, presidente de Nikkatsu), Suzuki fue despedido por supuestamente hacer películas que “el público no podría entender”. Suzuki demandó a la compañía y la demanda se convirtió en un acontecimiento público importante. Hori ordenó que se retiraran las películas de Suzuki de la distribución, y se negó a entregárselas al Cineclub de Tokio, una sociedad cinematográfica que organizaba una gran retrospectiva de las películas de Suzuki. El Cineclub realizó una manifestación pública que resultó en la formación de un comité conjunto para apoyar la lucha de Suzuki contra Nikkatsu. El comité, compuesto por directores, actores y estudiantes, movilizó al público. Los acontecimientos dieron lugar a un proceso judicial de tres años y medio y a un movimiento que unió al mundo del cine con el público. Finalmente, Suzuki ganó la demanda, pero no pudo volver a filmar hasta 1977. ↩︎
- El imperio de los sentidos está basada en la historia de amor entre Kichizo y Sada Abe. En 1936, Sada Abe estranguló y castró a su amante. ↩︎
- En 1910, el anarquista Shūsui Kōtoku fue condenado a muerte tras intentar asesinar al emperador Meiji. ↩︎
- Primera ley en Japón que prohibió el “Movimiento Socialista Revolucionario”. Ese mismo año (1925), la llamada Democracia Taishō llegó a su fin. ↩︎