Pantalla, plano, palabra

“En estos tiempos en los que todo el mundo ansía tener éxito y vender, yo quiero brindar por aquellos que sacrifican el éxito social por la búsqueda de lo invisible, de lo personal, cosas que no reportan dinero, ni pan, y que tampoco te hacen entrar en la historia contemporánea, en la historia del arte o en cualquier otra historia.

Yo apuesto por el arte que hacemos los unos por los otros, como amigos.”

Jonas Mekas, “Manifiesto contra el centenario del cine”

En una hipotética historia del cine generoso, So Is This debería ser una película destacada. 

Aunque la lectura se suele considerar una experiencia solitaria, individual, también puede ser el principio de una conversación; a veces lo valioso de un texto se despliega posteriormente, cuando se abre a otras personas. Así, Michael Snow, uno de los mayores exploradores de la imagen y el tiempo cinematográficos, juega a dos bandas en So Is This: por un lado, al ser una película que consiste en palabras que van avanzando una detrás de otra, es consciente del carácter íntimo de su visionado; y por otro, ayudado por su divertidísimo sentido del humor y por la consciencia de lo que en un inicio podría presentarse como una sesión exigente, no olvida al espectador, al público que lee –en silencio, pero comunitariamente– y que extrae de las palabras un sentido que podrá ser cuestionado después. O, como dice el propio Snow, siembra preguntas (¿qué sentido tiene hacer esta película?, ¿no sería mejor hacer un libro?) que quizá no tenga que contestar directamente, porque la propia naturaleza de la obra se encargará de ello.

La película es un acto autorreflexivo que va creando expectativas para después abordarlas, confrontarlas u omitirlas. Es una gran oda al engaño: varias son las ocasiones en las que el autor del texto, que es Snow pero que habla de sí mismo en tercera persona, anuncia sentencias que tarde o temprano se revelarán como mentiras. “Esta película durará unas dos horas”, dice en una ocasión, algo que sabemos que no se corresponde con los menos de cincuenta minutos de su longitud real; “¿Cómo sabes que eso no es una mentira?”, continúa, introduciendo explícitamente la cuestión de la poca fiabilidad del texto en tanto que enunciador de lo que podemos esperar de la propia película. “Quizá después de un rato este sistema de palabra tras palabra mutará en otra cosa”, algo que no ocurre, ya que el llamado sistema de la obra no moverá al lenguaje de su centro —no se introducen imágenes o sonidos, duda también sembrada por el cineasta—, aunque a su vez abre la puerta a unas variaciones de luz, color, forma y ritmo que más tarde se harán protagonistas. De hecho, en la frase que acabamos de referir, cuando la palabra “something” (otra) está en pantalla, podemos intuir un pequeño rayo de luz en la esquina superior izquierda, como un anuncio de lo que está por venir.

A medida que va avanzando, con una estructura en párrafos (invisibles, porque todo consiste en frases sin posible punto y aparte, aunque anunciados en el propio texto; un total de ocho si contamos la introducción y la repetición final del quinto párrafo), So Is This empieza a mutar: la luz llena los fotogramas, acompaña a las palabras, las hace bailar a un ritmo variable. Snow presenta sus dinámicas lúdicas de una forma tan graciosa como transparente: dice que puede mantener cada palabra en pantalla el tiempo que desee, parándose durante un minuto en “length” (duración), o que intentará satisfacer a todos los espectadores repitiendo una misma frase a distintas velocidades. En esto último vuelve a recurrir a la mentira: promete reiterarla cuatro veces y lo hace solo tres, así como se comentan futuros segmentos de la película (uno dedicado al lenguaje sexual, otro destinado a tocar temas más personales y socialmente relevantes) que nunca se llegarán a materializar. Don’t believe his lies!

Aunque el propio Snow invita a la reflexión del texto en su conjunto, con varias cuestiones e ideas que se van desplegando a medida que avanzan los párrafos invisibles, diría que So Is This no tiene tanto que ver con la escritura de ensayo —no digamos ya la escritura de guiones— como con la poesía. Si bien forman frases completas, las palabras tienen un protagonismo individual: cada una, por un determinado espacio de tiempo (siempre me ha gustado mucho esa expresión, por lo que tiene de inimaginable), es protagonista en la pantalla, y el juego se multiplica en tres direcciones: hacia delante, en relación con la siguiente palabra que, intentamos adivinar, vendrá a continuación; hacia el fondo, por el propio significado de la palabra concreta que estamos observando, y hacia la propia pantalla, con la evidencia (leve primero; más acusada a medida que va avanzando la película) del propio formato fílmico en el que está rodado y proyectado el texto. Así, el alcance poético de Snow se despliega en su carácter de juego lingüístico, capaz de aislar y de englobar al mismo tiempo, de proponer una experiencia lúdica y reflexiva sin perder de vista en ningún momento la raíz de la cuestión: el lenguaje y el cine, el cine y el lenguaje. Poesía cinematográfica no como sinónimo de subrayar la exaltación de imágenes con un anclaje narrativo liviano, sino como preocupación por el uso de la palabra y la expresividad inherente al acto de escribir. 

En el cuarto párrafo de la película, cuando el autor se propone empezar de nuevo desde el comienzo pero variando la velocidad de lo expuesto, asistimos a una ruptura. So Is This efectivamente vuelve a comenzar, pero de una manera diferente, deformada y caótica: palabras iluminadas intensamente, pantallas luminosas que encuadran a las propias palabras, mezcla de conceptos y eliminación de las frases coherentes que hemos ido leyendo hasta el momento, cambios de ritmo, de color y de tamaño… La expresividad propia de la palabra se ve acompañada por la experimentación visual, subrayando aun más uno de los puntos claves de la película: el significado individual de cada una de ellas y los vasos comunicantes entre todas.

Continuando con el despliegue humorístico, leemos: “Algunas de las anteriores películas del autor son amadas por un pequeño grupo de gente, odiadas por un grupo algo mayor y desconocidas por millones”. Michael Snow muestra en So Is This una inteligencia muy delicada: la autoconciencia como herramienta reflexiva y cómica, el trabajo con el texto como vía para construir una película no únicamente sobre el uso de la palabra sino sobre las posibilidades del propio cine, sobre el montaje y la relación entre un fotograma y el siguiente. Andrea Soto Calderón escribía que “una imagen que abre una mirada no es una idea previa que se materializa y se pone arbitrariamente en un mundo como si fuera un objeto entre otros objetos, para recargar lo ya existente, sino que articula una vía de relación entre individuos”(1). So Is This, que a priori se podría considerar una película sin imágenes, parece moverse en esas coordenadas: es cine-imaginación, cine-relación-entre-individuos. 

Jonas Mekas brindaba por la búsqueda de lo personal en el arte. Snow y el propio Mekas tienen posiciones privilegiadas dentro de la historia cinematográfica de los últimos cincuenta años; quizá lo que los hace tan grandes es la sensación de que las películas que hicieron partían de la generosidad y de un compromiso muy profundo con el mundo, sus imágenes y sus palabras.


Notas:

1 Andrea Soto Calderón (2022) Imaginación material. Madrid: ediciones / metales pesados. Pág. 62.

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