La obra de Clarke es una paradoja en sí misma: contextualiza el momento histórico que las imágenes ficcionales van a representar, y al mismo tiempo realiza una brutal descontextualización de dichas imágenes, en tanto que constituyen una serie de asesinatos que no podemos personificar de forma concreta. Tanto los asesinos como las víctimas permanecen anónimos, y su paso por la película es fugaz: realizan el acto violento o son consecuencia de él, y la siguiente escena se olvida de ellos, mostrando otra tesitura diferente sin aportar información sobre su distancia geográfica, su relación temporal o sus motivos subyacentes(...)