Al igual que la novela de Delibes no era únicamente un monólogo recriminatorio –por idiota, por poco atento, por rojo...– de una mujer que ha perdido a su marido, sino la mirada a las raíces de una sociedad, la conversación que mantienen Lola Herrera y Daniel Dicenta revela mucho más que los problemas de un matrimonio en concreto: se expande a toda una época oscura y tremendamente violenta de un país sumido en una dictadura de décadas, que mediante la represión institucional perpetuó un modelo sentimental misógino, podrido, de roles insostenibles, que tantos años después sigue encontrando sus perpetuadores(...)