Lo que pasa en un festival parece quedarse, desgraciada y previsiblemente, dentro de las paredes del propio certamen. La mayoría de las películas que se exhiben deben su existencia precisamente a estas ocasiones porque, fuera de las sesiones programadas, no encontrarán una vida comercial o un público objetivo, quitando el posible destino de acabar en los fondos de una plataforma de streaming. ¿Tiene sentido acudir a un gran festival, más allá de la experiencia individual y la primicia anecdótica? ¿Nos puede ayudar de alguna manera a comprender mejor el estado actual del cine?