Es difícil imaginar una película (o novela, cuento, obra de teatro; en fin, un relato de cualquier tipo) sobre hacer cine que no involucre, de una u otra forma, las condiciones materiales de producción. Hacer cine es caro; hacer cine implica, entre muchas otras cosas, viajar, comprar y alquilar objetos, reservar locaciones, coordinar con gente. Resulta llamativo, sin embargo, que las tres películas en cuestión pongan las condiciones materiales tan en primer plano, cuando films argentinos anteriores o posteriores priorizan conflictos relacionados con los vínculos humanos, y las cuestiones materiales tienen, como mucho, una relevancia periférica(...)