Voces difusas, ecos dispersos

El sábado 16 de septiembre, el centro cultural La casa del árbol se llenó de estudiantes; iba a escribir “estudiantes de cine”, pero, como remarcó una compañera, que Sigilio haya decidido convocar una asamblea abierta desde una interrogación baziniana sobre “qué es el cine” en una época donde muchas universidades prefieren nombrar a sus carreras como “Artes Audiovisuales” o “Imagen y Sonido” no podía sino operar un recorte en la recepción de la convocatoria. Hay un problema en las condiciones de reconocimiento: el significante “cine” hoy implica una postura frente a la historia de la imagen en movimiento que no es compartida por el estudiantado en general. La compañera que compartió esta mirada, casualmente una estudiante de Imagen y Sonido, insinuó que la decisión discursiva podía haber tenido algo que ver con la concurrencia efectiva del evento. Corrijamos, entonces, la primera oración de este texto: el sábado 16 de septiembre, a pesar de la voluntad de Sigilio de reunir estudiantes de diversas universidades, La casa del árbol se llenó mayoritariamente de estudiantes de la Universidad del Cine (FUC).

Es importante aclararlo porque la saludable presencia de alumnxs de FADU, UNA y CIEVYC operó de contrapeso en discusiones un poco monopolizadas por maneras de ver y hacer cine que, se sabe, hegemonizan la circulación de discursos en el contexto de cualquier universidad. De todas maneras pienso escribir esto en términos de cine porque mi texto no se plantea como una convocatoria, sino como la crítica de una convocatoria con la que, sin embargo, coincido en algunos puntos. Uno de ellos es la pertinencia de seguir pensando el cine para medir sus potencias y sus limitaciones a la hora de intervenir en la realidad contemporánea en contraposición con otras formas de discurso audiovisual. Destaco que Sigilio —un grupo multidisciplinario de veinteañerxs que se hicieron visibles en las redes gracias a la creación de una cartelera digital de salas alternativas sumamente útil— haya tratado de enmendar la sobrerrepresentación abrumadora de una facultad en desmedro de otras: llegaron a sugerir que el próximo encuentro fuera organizado por otra persona o grupo, en lo posible de otra facultad. Pero antes de hacer otro encuentro sería bueno frenar un segundo y preguntarse qué pasó ese sábado de hace ya unas cuantas semanas.

Llamado a la acción

En la convocatoria difundida mediante redes sociales y volanteadas, Sigilio propone un punto de partida un tanto difuso: juntarse “a debatir en un espacio físico y común”, sin consignas ni lineamientos por fuera de un panfleto muy breve, “Ecos y voces”, dirigido “a todxs lxs cineastas jóvenes e inconformes”. En él, la construcción zigzagueante del enunciatario no termina de recortar un “nosotrxs” claro. “Pareciera que la tradición nos ha sido legada en vano”, dice Sigilio, pero ¿qué tradición?, ¿a quiénes?, ¿por qué se asume que ningunx cineasta joven está dialogando genealógicamente con alguna corriente heredada? Avanzando en el texto, ¿cuáles son las currículas que recluyen “la historia del cine argentino al lugar de la anécdota”? ¿Son todas las currículas de todas las universidades? ¿No es reduccionista establecer una continuidad entre “industria” y “festivales” bajo la idea de que ambas esferas comparten “la lógica de los mercados”? Hay una actitud contestataria frente al estado de cosas que, en la pretensión de abarcar un espectro de problemáticas, termina perdiendo la oportunidad de identificar una institución contra la que oponerse. El comunicado termina con una serie de preguntas que ponen el foco no en la discusión sobre qué tipo de películas están haciendo lxs jóvenes, sino en cuestiones de enseñanza, financiamiento y exhibición de las películas, depositando lo conflictivo en agentes externos a lxs cineastas en sí. 

Dinámica

Consciente o inconscientemente, lo que sucede en La casa del árbol adopta los modos de una asamblea abierta, pero sin partido ni oradores. Lxs 70 asistentes se dividen en dos grandes grupos que debaten en ronda en dos espacios distintos del centro cultural. Me toca la ronda del patio a cielo abierto. La gente de Sigilio lee un texto para disparar intervenciones —“No es otro el propósito inicial de este encuentro: juntarnos a ver qué estamos pensando les jóvenes a los que nos gusta el cine, que lo hacemos, lo estudiamos, escribimos, programamos, etc. y ver qué pasa”— y va coordinando la conversación. Repasa lo dicho, modera los tiempos de la toma de palabra y sugiere núcleos de sentido. La consigna es, entonces, un paraguas que cubre el gran espectro de lo que está pensando la juventud dentro de la comunidad audiovisual. Más allá de las ganas de encontrarse con pares que compartan un entusiasmo alrededor de un mismo objeto, y más allá de la potencia política, como dijo Milena Rivas en su intervención, de “hacer cosas” a pesar del contexto coyuntural adverso, ¿había un objetivo en ese encuentro?, ¿hacia dónde se intentaba ir?, ¿desde qué formación?, ¿a partir de qué saberes?

Discursos dominantes

Las dos horas siguientes atravesaron cantidad de temas, pero se podría decir que prevalecieron dos: ¿qué posicionamiento habría que tomar frente al INCAA?, y ¿cómo mostrar las películas del cine argentino para que lleguen a más personas?

En cuanto al primer tema de conversación, se sucedieron cantidad de opiniones sobre el INCAA, muchas bastante severas. Se habló de que el cine es una industria, y que el Instituto financia muchas películas hechas para nadie, sin ningún tipo de demanda, ocultas por una semana en carteleras recónditas y luego almacenadas en plataformas de streaming a la espera de que alguien las recuerde. En el texto que leyó Sigilio al principio de la charla, se intuía que “quizá haya que hacer un esfuerzo mayor en defender la idea de que el Estado debe apoyar la industria cultural, explicar el porqué. Y además, preguntarse las razones de dicha indiferencia, más allá del INCAA y de su apoyo, y desmontar ese prejuicio común de que ‘el cine argentino es una mierda’”. Llama la atención que la misma charla haya sido por momentos un simulacro en escala del funcionamiento de esos prejuicios. Se dijo que la gente no mira cine argentino, que las películas no están, que la entrada de cine es cara, que la difusión del INCAA es mala, que el progresismo en el cine es mal recibido por el público. En un momento dado, un compañero preguntó si alguien presente había tenido contacto directo con el INCAA a la hora de realizar sus películas. Nadie levantó la mano.

En días donde se manifiesta una avanzada de discursos reaccionarios que radicalizan los postulados del conservadurismo más recalcitrante, en lugar de reproducir cuestionamientos vinculados a una lógica mercantil de la oferta y la demanda, ¿no sería prioritario respaldar la existencia del Instituto con vistas a una defensa masiva de su existencia y una presión colectiva que promueva su perfeccionamiento? A dos días de las elecciones presidenciales, es preocupante que un espacio asambleario autogestionado no priorice la constitución de ejes de acción directa sobre la realidad coyuntural para contribuir a la presión desde abajo que permita revisar o efectivizar ciertas políticas culturales. Pero para llegar ahí habría sido necesario clarificar el punto anterior: sin un mensaje prístino y bien direccionado es poco probable que una convocatoria orgánica reúna a un conjunto de individuos que compartan ciertos consensos iniciales como para dirigirse a acciones concretas.

“No es cosa de hablar de si el INCAA es bueno o malo; no venimos a hablar en términos morales”. “Tampoco hay que demonizar al sector privado”. Cosas así, palabras más palabras menos, se escucharon ese sábado. En rigor, la discusión política no viene a hacer una caracterización moral de una institución estatal en peligro; más que en términos morales, viene a intervenir en términos estratégicos y táctico-defensivos, teniendo en cuenta el clima generalizado de crisis preelectoral y el posible ascenso al poder de una ultraderecha fascista. Alguna vez leí que la política no era cuestión de moral, sino de conflictos de intereses. Cuando intervine en la conversación no me interesaba determinar las bondades y perjuicios del INCAA; discutía por qué defenderlo y cómo mejorarlo. Pero volvemos al principio: si no sabemos quiénes somos —vuelve la imagen de una asamblea sin partido— tampoco sabemos si compartimos cierta base ideológica que nos permita consensuar al respecto de un accionar político concreto. Hablamos del horizonte de lo posible y lo deseable, no de bondad y de maldad en abstracto. En ese sentido, no se “demoniza” el sector privado; se lo pone en tela de juicio, se lo contextualiza históricamente, se estudian sus mecanismos y fundamentos y se piensan otras posibilidades de organización.

En cuanto a la suposición, comentada a mediados del debate, según la cual el ataque ejercido por ciertos referentes de la derecha argentina no estaría dirigido al conjunto de las películas del INCAA sino a aquellas que ostentarían un discurso progresivo o de izquierdas, habría que analizar con detenimiento la producción nacional para contraargumentar ese lugar común con fundamentos, pero es posible que, por el contrario, estemos viviendo un momento bastante desideologizado del cine argentino, al menos si se lo compara con otros períodos históricos, cediendo terreno, como es notorio en el mainstream, a películas con un marcado discurso conservador o antipolítico. En esta línea, y no me parece nada menor, un compañero intervino para recordar que últimamente son las plataformas de streaming las que se estuvieron arrogando el derecho a narrar la Historia del país.

Diciembre 2001 (2023), producida por Star+

Algunas personas trataron de salir de la encerrona de discutir una institución absolutamente imposible de abarcar por parte de un conjunto de veinteañerxs autoconvocadxs para girar la discusión hacia una serie de reflexiones sobre las imágenes que están produciendo lxs cineastas de esta nueva generación. Hubiera sido interesante que la conversación ahondara más en esa pregunta por la narración de las últimas décadas de sucesos históricos, o en la pregunta que instaló una compañera de FADU: “¿cómo crear imágenes que produzcan un cortocircuito en los modos de ver?”. La pregunta vino acompañada por la intuición de que el debate se había centrado en temas algo distantes, como la legislación del INCAA o la hegemonía de las OTT, y trajo el intento de discutir no solo la financiación y exhibición de las películas de lxs estudiantes, sino también su discurso, su ontología y su forma. Intento recibido más con perplejidad que con desinterés, como si fuera un tema sobre el cual habría poco que discutir y negociar colectivamente.

Algo similar pasó con la propuesta de pensar más a fondo el problema de la conservación y el reclamo de una cinemateca nacional. Me parece un tanto problemático que haya habido más entusiasmo cuando se habló de crear espacios alternativos de exhibición de las producciones propias que cuando se habló de la materia misma de esas producciones y su futuro en el largo plazo: ¿de qué están hechas estas películas que queremos que circulen más?, ¿por qué queremos que circulen más?, ¿a dónde irán a parar cuando termine su primer circuito de exhibición?

Otra compañera llegó a preguntarse para qué hacer películas. Se discutió, también, para quién, y se planteó la posibilidad de filmar menos. Ayer, en línea con ese último tramo de conversación, Sigilio convocó un segundo encuentro, el 29 de octubre a las 16 hs en el JJ Circuito Cultural (Jean Jaures 347), orientado a las siguientes preguntas: “¿Cómo producen sus películas lxs nuevxs cineastas? ¿Dónde se proyectan? ¿De qué maneras se difunden? ¿Cómo son estas películas?”. Aunque no deja de ser una lástima que la convocatoria haya tomado un camino más ligado a la reflexión que a la intervención política, de todas formas sería bueno ver la evolución de estos debates centrados en la práctica audiovisual, en asambleas futuras que, aunque produzcan disensos y rispideces, por el mero hecho de intentarse son, como se leía en algunos carteles pegados en las calles durante el 28S, “un hogar en las ruinas”.


Fuente de las imágenes: Sigilio Sello, Global Buenos Aires y Marca Informativa.

8 Comments

  • Si bien estuve en el grupo de adentro, creo que es un muy buen texto sobre lo charlado en septiembre. Me parece interesante el planteo de que la discusión política no viene a hacer una caracterización moral de una institución estatal en peligro, sino que es más en términos estratégicos y táctico-defensivos, teniendo en cuenta el posible ascenso al poder de una ultraderecha fascista, aunque también, agrego, en el mejor de los casos, una derecha, porque recordemos que estuvo también la pregunta: ¿Qué tanto cambiaría con Sergio Massa electo a presidente?. Claro está, eso espero, que no son lo mismo, pero queda explícito en el texto de esta revista y en el de Sigilio que los problemas vienen, en mayor o menor medida, hace varios gobiernos.

    Mi comentario en realidad viene a destacar y compartir el último párrafo que narra Milagros, sobre que la próxima convocatoria haya tomado un camino más ligado a la reflexión que a la intervención política (si es que entendí bien la idea de intervención política). Creo que la discusión tiene varios puntos importantes. Por un lado la reflexión a la que apunta Sigilio, ya que creo que es oportuna y necesaria sobre la falta de difusión del cine argentino, un problema que tiene larga data en nuestra historia. Pero pienso que hay un punto clave respecto a un posible problema central hablado en este texto y charlado en La casa del árbol: no se trata en realidad de democratizar las posibilidades de filmar, sino de entender que las formas de relacionarlos con las imágenes están cambiando, que sigue un poco la línea de la pregunta de la compañera de FADU: “¿cómo crear imágenes que produzcan un cortocircuito en los modos de ver?”. Creo que hay charlar nuestros límites, los límites del cine. ¿Cómo nos relacionamos hoy en día con las imágenes? ¿Qué valor tiene el cine en la vida diaria del ciudadano común? ¿Puede el cine adoptar formas/contenidos relacionados a estas imágenes?. En lo personal pienso al cine de una magnitud, un volumen, una grandeza todavía inconmensurable, me cuesta asimilar que el cine y, de nuevo, nuestra formas de ver y relacionarnos con imágenes y sonidos están cambiando principalmente por los medios digitales, las redes sociales y las plataformas de streaming. Sobre las preguntas estipuladas para el próximo encuentro, en lo personal, haría sobre todo hincapié en la última, agregando a la reflexión la pregunta del “por qué” hacemos las películas que hacemos.

    Ahora bien, además de la reflexión, otro punto clave que bien habla el texto, es el de forjar una comunidad, una unión que parte, más allá de la reflexión, de una organización a partir de la intervención política de la que entiendo que habla Milagros. Todo es coyuntura me dijo un compañero hace poco como excusa para una especie de indiferencia que adoptó, claro está, pero creo que la actual es crucial. Por ejemplo, hace pocos meses el Colectivo de Cineastas a partir de una asamblea abierta eligió votar, a través de un sufragio algo descuidado, la no-movilización de sectores audiovisuales. La razón de esto me llega de forma desarmada, poco clara, a través de un compañero que asistió y evidentemente votó a favor. Creo que hacer una visión y tomar una postura más relacionada a la política, que si bien ya a esta instancia todo es un acto político, es necesario. Quizás de forma interdisciplinaria, inter-artística, inter-cultural, al fin y al cabo todos estamos en peligro. Si La Libertad Avanza o Juntos por el Cambio gana este domingo por más de 10 puntos o gana en noviembre, estamos en un verdadero problema. Creo que hay que organizarnos, tomar posturas arriesgadas (¿es arriesgado tomar una postura?) y sobre todo movilizar. No nos olvidemos de la calle. Es el lugar de la resistencia, la unión y la visibilización, la movilización parte de una consigna que nace en base de la pregunta y el inconformismo, creo que un poco eso se está perdiendo y me parece inadmisible.

    Nos vemos el 29.

    • Gracias por leer y comentar. Cuando decís que los problemas vienen desde hace varios gobiernos, aclararía que enfrentamos el riesgo de ser ahistóricos en nuestra lectura del pasado reciente. La gente de nuestra edad ingresó a la adolescencia más o menos cuando Macri era electo presidente. Nuestra consciencia política estuvo principalmente activa durante los dos últimos mandatos, y a veces tenemos la ilusión de que las cosas estuvieron así de mal durante todas nuestras vidas. Es solo eso: una ilusión. Sería importante revisar las políticas estatales vinculadas al ámbito cinematográfico en lo que va del siglo para hacer una evaluación certera del desarrollo de los conflictos. Pero no me animaría a decir que la totalidad de Unión por la Patria es “una derecha”, teniendo en cuenta que se trata de una coalición donde también están representados parte del progresismo, el sindicalismo y los movimientos sociales.

      Coincido en que la discusión tuvo puntos oportunos y atendibles, y los límites de la imagen cinematográfica es uno de ellos. Lo admitamos o no, los medios digitales, las redes sociales y las plataformas de streaming ya cambiaron nuestra relación con lo audiovisual desde hace bastante; en esta idea de la “grandeza” del cine habría que cuidarse de no caer en una mirada que lo ubique en una especie de pedestal intocable, cosa que, además de ser problemática en otros sentidos que no llego a desarrollar ahora, sería injusta con ciertas películas que desde decisiones productivas, temáticas y formales se enmarcan en poéticas de la precariedad, la fragilidad, la cercanía o el minimalismo, a veces aprovechándose de las posibilidades de la imagen digital y de las nuevas tecnologías. Hay mucho cine que no busca precisamente la grandeza ni piensa estos cambios en nuestra relación con lo audiovisual solo como un límite.

      Está bueno que traigas la asamblea del Colectivo de Cineastas. Creo que la última fue en la misma fecha que la de Sigilio, y me llegó información similar al respecto. Sería un sueño una articulación política interdisciplinaria, pero ya demasiado cuesta organizarse con los de la propia disciplina, como lo muestra esto que contás.

      No creo estar presente el 29 porque la convocatoria sigue estando dirigida a cineastas (cosa que respeto y celebro). Colarme una vez ya fue suficiente. Ojalá ahí se profundicen las líneas de acción y discusión. De todas formas quedo atenta.

  • Hola Milagros, no pensaba contestar por qué encontré pocas diferencias con tu texto (que las tengo), creo que pronto llegarán respuestas de otros miembros de Sigilio.
    Yo te escribo por el último párrafo de tu comentario. Acepto la discusión de sí cineastas incluye a críticos o no, que me parece una discusión más bien lingüística que sobre nuestra materia. Creo que es otra discusión la de audiovisual/cine, que se debe tener pero para eso deben venir a un espacio que lo propone. Por eso te invito personalmente a que vengas a la próxima reunión a qué plantees nuevamente tu diferencias con la forma en la que convocamos o con lo que aparece allí, al igual que invito al resto de miembros de Taipei. Cómo bien señalas, nosotros intentamos que la reunión tenga un público de lo más diverso, incluyendo a la crítica. En mí grupo, que fue el mismo que el tuyo, fui el único que mencionó a la crítica. Debe ser parte de la discusión. Por favor te pido, que no solo no te desentiendas, si no que también convoques a otros críticos a participar. Saludos

    • Hola, Ezequiel,
      Siempre pensé que la diferencia era más material que lingüística, en tanto hablamos de dos prácticas u oficios con campos de acción y recepción más o menos delimitados que históricamente tuvieron distintas maneras de interactuar y entrecruzarse, pero también lo acepto si ustedes lo ven como una discusión abierta (aunque por el momento no me vas a escuchar autopercibirme cineasta). Me pareció buena tu mención a la crítica en la charla; seguro entenderás que no haya podido hacer entrar todo lo charlado en el texto, que intenta ser un recorte, como dice el subtítulo, de algunos discursos dominantes. Es un poco fuerte la idea del “desentendido”, como si no me hubiera entendido ya con el evento escribiendo esto. Lo de plantear nuevamente lo mismo pero en persona me suena a un “dar la cara” que no termino de entender de dónde sale. Igual si insistís voy a tratar de ir, pero porque me interesa escuchar y, en caso de que se me ocurra algo distinto a lo que ya dije, aportarlo.

      • Hola, Milagros. Me alegra la respuesta. Mí intención no es más que convocar. No pienso que debas dar la cara por lo dicho acá, más bien, a seguir participando diciendo lo que quieras y te parezca. Lo que no quisiera es que quede en la virtualidad, ya que si no se sigue asistiendo, solo de oído ajeno la pueden recuperar. Por otra parte, aprecio que te hayas ocupado de hacer tu propia reconstrucción/lectura de la reunión. De vuelta te invito a seguir entendiéndote el día 29, al igual que a todo critico o persona interesada a participar diciendo lo que le plazca, sea sonso o brillante, pues a qué sonso se le puede ocurrir que haya que filmar menos. Abrazo

  • A Milagros (y a quien se vaya sumando a la conversación):

    Soy parte de Sigilo pero eso no implica que mi opinión representa la del grupo en su totalidad, hay múltiples discrepancias entre todxs nosotrxs y quien quiera irá respondiendo con opiniones que seguramente se alejen de algunos de mis pareceres.

    Leí el texto con atención y noto que hay una idea estructurante en las diferencias que estableces con lo conversado ese 16 de Septiembre. Esta idea es más un reclamo, un lugar que ha quedado ausente, y ese vacío vendría a ser la falta de una “toma de postura” o si se quiere de un “objetivo”. En ese sentido comprendo la confusión, nuestra voluntad era convocar a una charla a partir del texto publicado y, como primer encuentro, escuchar qué opinan quienes se decidieron a venir. Para eso era necesario, de alguna manera, partir de un grado cero. Es ahí que cobra relevancia la pregunta ontológica de “¿qué es el cine?”. Por eso me resulta un tanto extraño postular que “el significante cine” plantea un recorte pero que al mismo tiempo hay una “construcción zigzagueante del enunciatario” ¿Acaso la pregunta misma no establece la posición desde la que se la hace?
    Yo creo que tanto “Ecos y voces” como el texto leído previo al comienzo del evento delimitan un espacio de discusión claro. Entiendo que abunde la problematización sobre nociones de carácter productivo en detrimento de las éticas y estéticas que acompañan al quehacer del cineasta (y cuando hablo de cineastas también hablo de criticxs). Creo que es un error que se desprende de los textos y, sobre todo, de la torpeza con la que, por lo menos en mi caso, moderé el encuentro. Dar pie a que se traigan a colación cuestiones que despertó el texto no funcionó de la mejor manera o tal vez no hubo tiempo de discutirlas. De todas maneras me quedo tranquilo porque, por todas las preguntas que aparecen en tu texto, veo que las inquietudes estaban. Aunque me pregunto ¿cuando hablamos de la manera en las que se hacen, exhiben y financian las películas, no estamos hablando de problemas éticos y estéticos?
    Volviendo al inicio… ¿tal vez el problema es la falta de un “partido”? No estaba en nuestro planes reunir “a un conjunto de individuos que compartan ciertos consensos iniciales…” porque creemos que para eso ya existen varias reuniones ligadas al ámbito cinematográfico y esas reuniones, en ningún caso, tienen como bandera una pregunta (y menos que refiera a la creación de películas en sus aspectos productivos, distributivos y reflexivos). Me refiero particularmente a espacios como el de Colectivo de Cineastas (@colectivocine) que está más ligado a cierta praxis política (no es que nosotros no la busquemos), con otro tipo de alcance, estructura e injerencia y al cual acompañamos e impulsamos asiduamente. Retomando la parte final de la cita, “…como para dirigirse a acciones concretas”, me gustaría remarcar el carácter inaugural de este primer encuentro y preguntar si no es deseable también pensar ese “¿para qué, para quién, por qué?” en torno a la voluntad compartida de llevar esta discusión a la “intervención política”. No compro la de caer con lo puesto, menos si no se hace el esfuerzo de construir esa postura dentro de la misma discusión (no que sea algo de lo que hayas pecado). Por eso no entiendo cómo sería un demérito para la discusión encontrarse con posturas tan simplistas y conservadoras como varias de las que vos exhaustivamente señalas. Digamos, se me hace parecido a ese asombro generalizado ante el abultado (leasé literalmente) porcentaje alcanzado por La Libertad Avanza en las últimas PASO y ahora en las generales. Justo a nosotros, que nuestro trabajo es el de la gimnasia de la observación y la escucha, no dejemos que nos abran los ojos y oídos, hagamos el esfuerzo de ver y oír antes. Una vez hecho eso construyamos las posiciones necesarias y debatamos hasta lograr un consenso práctico o un desmembramiento consensuado, pero no perdamos la posibilidad dando todo por sentado. En ese sentido noto cierta contradicción, por su peculiar cercanía discursiva, entre la voluntad de accionar en base a “consensos iniciales” extrañamente cercanos a una consigna y que, por lo menos en los espacios de los que tengo noticia generalmente adopta un carácter impositivo (“Paremos a la ultraderecha”), y la férrea oposición a está nueva (y vieja) ultraderecha facista. No creo que discutir todos esos prejuicios, que nuevamente señalas con precisión, se pueda hacer desde, justamente, las mismas configuraciones lingüísticas que hacen a ese tipo de discursos. Discutamos el sentido común, pero no lo hagamos desde el sentido común. Como decía un profesor que supe tener “Es un error leer la historia a partir de una consigna y no desde el detalle”.
    ¿Y si la noción de “consensos iniciales” no se ha convertido, en lo que refiere a nuestra discusión, en una cosa tan estática, y estética (véase los globos platinados con la cifra “30.000” que había en la Fiesta del Cine Argentino Unido), que nos ha llevado hasta este lugar? Que se entienda, claro que estoy en contra de esta ultraderecha facista, anti humanista e individualista. Lo que no puedo concebir es este pensamiento coyuntural en el que se exclama que “El futuro es hoy” pero cuando arriba ese “futuro” se pasa a formular ese “hoy” como si realmente fuese lo mismo que el futuro. “Hoy inauguramos la Cinemateca Nacional” pasa a ser lo mismo que “En el futuro inauguraremos la Cinemateca Nacional”. No nos comamos el verso de los Lumiere para los cuales el cine era “un invento sin futuro” porque, al fin y al cabo, no importa si lo es o no. Así como no importa ese afán morboso y necrológico de saber si vive o muere. Prefiero actuar y pensar sabiendo que “el cine es posible pero todavía no existe”. A partir de eso discutimos, pero más que tomar una “postura” nos acercamos a una posición; en palabras de Didi-Huberman: “Tomar posición es desear, es exigir algo, es situarse en el presente y aspirar a un futuro. Pero todo esto no existe más que sobre el fondo de una temporalidad que nos precede, nos engloba, apela a nuestra memoria hasta en nuestras tentativas de olvido, de ruptura, de novedad absoluta. Para saber, hay que saber lo que se quiere pero, también, hay que saber dónde se sitúan nuestro no-saber, nuestros miedos latentes, nuestros deseos inconscientes por lo tanto.” ¿Qué es está definición si no la idea de fuera de campo?
    Entonces entiendo y concuerdo, ser estratégicos, tácticos, llevar agua a nuestro molino, sí; pero cómo hacerlo si no sabemos dónde está el molino. Claro que hablo por mí, habrá alguien a quien le tranquilice la impasibilidad con la que Tristán Bauer ha llevado adelante su gestión siendo que hace meses no tiene eventos en su agenda. O habrá alguien feliz con este “momento bastante desideologizado del cine argentino” e incluso habrá gente que no pueda contener la emoción ante la nueva película de Lisandro Alonso a proyectarse en el Festival de Cine de Mar del Plata. Las preguntas y el evento surgen para dar rumbo o hacerse rumbo, no caminar espacios ya transitados. Y sí, en el medio hay que encontrarse con frases hechas y regurgitadas, pero está en nosotros no caer en la demagogia a la que nos tiene acostumbrada la discusión pública.
    Esto no quita la voluntad de imbricar esa práctica reflexiva con la involucración activa dentro de movimientos políticos para desbalancear esos “intereses”. De ahí que a muchxs de Sigilio, y a otrxs compañerxs dentro del evento, nos pueden encontrar en las mismas marchas con las que no adscribo al cien por ciento, en las mismas reuniones que califico de partidarias (y que llegan a resoluciones tan inéditas como las que relata el comentarista S) y, más concretamente, yendo a votar el día de ayer.
    Me desconcierta la idea que se desprende de tu texto cuando decís que “no deja de ser una lástima que la convocatoria haya tomado un camino más ligado a la reflexión que a la intervención política”. Hay una especie de valoración de una por sobre la otra ¿no? Me remite a esa discusión ya saldada, y te recuerdo tanto a vos como a Guarnaccia pronunciandose al respecto, en la que un crítico simplemente escribe y un cineasta filma, así cuando llega el texto del crítico el cineasta naturalmente contesta “agarrá una cámara”. La idea es justamente, y acá me tengo que volver a remitir al carácter embrionario del evento, ir construyendo esa intervención con los interesados. Con los que no vinieron mucho no se puede hacer. Considero que una reflexión es una intervención al igual que una película, un texto y un espacio de proyección, pero que sean políticas, o que se den políticamente, es otra cosa.
    Lo que impacta de generar estos espacios es justamente la noción de que nada es “imposible de abarcar”, acortar esa sensación de que las cosas nos son “distantes”.
    Pero de nuevo, a la manera Privideriana, hay cosas “de verdad relevantes” y otras que parecieran no serlo. El énfasis puesto en el qué más que en el cómo, la forma del pensamiento coyuntural
    ¿No es ahora cuando hay que discutir el desorden político e institucional que están viviendo los organismos del Estado visto que Milei lo que propone es la destrucción del mismo (o más bien suplantar ese ente por una “lógica mercantil de la oferta y la demanda”)? Entiendo que haya asustado que no se dé por hecha la pertinencia del INCAA, es un tic que conserva la Universidad del Cine (de la cual se graduó el Leni Riefenstahl de Milei), pero no creo que eso sea una excusa para negarse a pensar los asuntos que justamente nos llevaron a hacer esa reunión.

    Tomamos muy en cuenta lo acontecido y creo que para este próximo encuentro, como fuiste tan amable de recuperar en tu texto, direccionamos las preguntas en otro sentido. Sin embargo nos gustaría que ese “tomamos”, como venimos diciendo desde un principio, deje de ser Sigilio para pasar a ser algo que nos exceda. Nos ponemos a trabajar al respecto, pero también pedimos a todxs que nos den una mano. a
    Impulsamos a todxs a contestar el texto a manera de discusión, hayan o no hayan estado ahí. Como dice la nueva convocatoria para este segundo encuentro del 29 de Octubre, “Invitamos a quién quiera participar a acercarse y traer sus ideas y propuestas para pensar el devenir de nuestra actividad”.

    • Hola, Antonio,

      Bueno, choclazo. Gracias por tomarse todo esto tan en serio. Ya sé que es medio rari lo que estoy por hacer, pero me molesta que wordpress no me ponga blancos activos entre párrafo y párrafo, así que procedo a usar numeritos (pero ojalá no dé la sensación de un examen donde tenés que contestar todos los puntos; ni de casualidad quisiera eso. De hecho, seguro voy a ser un poco redundante. Contestame lo que tengas ganas):

      1. Nunca se parte de un grado cero. Cuando un grupo de desconocidxs se junta hay un montón de implícitos, posturas, motivaciones y prejuicios dando vueltas. A eso venía el “reclamo” de un objetivo: para orientar un encuentro que de todas maneras iba a desplegar un abanico de opiniones y miradas de mundo. Hasta en la asamblea más direccionada eso sucede.

      2. Cuando digo que la construcción del enunciatario es zigzagueante es justamente por lo que marcás: en el texto por momentos hay un posicionamiento y por momentos no. Si no hubiera posicionamiento en absoluto, no habría zig zag. Por eso no es “extraño” identificar las dos cosas.

      3. Coincido en que las inquietudes estaban, si no probablemente no hubiera tenido el deseo de escribir nada. Mi sensación fue que había una serie de inquietudes valiosas no del todo bien canalizadas que por momentos, sin embargo, lograban expresarse.

      4. “¿Cuando hablamos de la manera en las que se hacen, exhiben y financian las películas, no estamos hablando de problemas éticos y estéticos?”: no necesariamente. O sí en un sentido muy general, pero no da todo lo mismo. Hay especificidades que se pierden si solo se parte de los problemas que rodean a lxs cineastas. En el evento daba la impresión de que, cuando alguien traía preguntas referidas a lo estético o formal para discutir la efectiva manera en la que esta generación está haciendo películas, no se sabía muy bien qué decir.

      5. Paréntesis: me llama mucho la atención que tanto Ezequiel como vos equiparen cineastas y críticxs. Si tienen ganas me lo pueden explicar. Me intriga un montón. No entiendo si están pensando en los jóvenes turcos o si pasa por otro lado, pero al menos en Taipei casi nadie hace películas. Venimos de la literatura, la sociología, la filosofía, el periodismo, la investigación, etcétera. En última instancia, venimos de la cinefilia.

      6. Es posible que como militante política (reciente, sin mucha experiencia) vea la necesidad de un “partido” en lugares donde tal vez no la haya. En el caso puntual de un evento que, sin proponérselo, termina adoptando los modos del género asambleario, me parece que la misma dinámica pide algunas precisiones y consensos. No sé si hay tantas “reuniones ligadas al ámbito cinematográfico”. Sin ir más lejos, tampoco hay tantas en otras áreas que me competen más, como el ámbito del libro. Este tipo de espacios ciertamente no sobran. Entonces no digo que haya que dar todo por sentado y juntarse siempre entre los mismos; digo que, sin cierta base compartida desde el vamos, resulta un tanto utópico creer que vamos a poder construir “las posiciones necesarias” y debatir “hasta lograr un consenso práctico o un desmembramiento consensuado”.

      7. Lo de la cercanía entre las discursividades del fascismo y las de la militancia me parece un problemón. Una consigna política no es una imposición, por el simple hecho de que no detenta el poder de imponerse por sobre el pensamiento de otrxs. El fascismo por definición es autoritario y aniquilador. No sé, me parece un paralelismo complicado el que trazaste. Da para mucha discusión.

      9. En cuanto a lo de “El futuro es hoy”: está bueno, me acordaba de cuando Gabo Ferro respondió el “Mañana es mejor” del flaco en una canción que dice: “Si cuando nos falta es hoy, ningún mañana es mejor. Mañana miente”. No creo que el problema de las consignas por sí solo nos haya llevado a donde estamos, pero es verdad que depende de nosotrxs repensarlo todo, desautomatizar las frases cristalizadas, componer las canciones del futuro y hacer mitos nuevos. Eso no implica aplastar los símbolos que, al contrario de lo que decís vos, considero nuestra fortaleza. Si ellos no entienden algo tan básico como la potencia simbólica de la cifra de los 30.000, que les siga doliendo cuando nos escuchen gritarla. Porque es la tradición de lucha que heredamos la que “apela a nuestra memoria hasta en nuestras tentativas de olvido, de ruptura, de novedad absoluta”. La cita de Didi-Huberman te contesta.

      10. Intuyo que estás confundiendo lo de “asamblea sin partido” con un pedido de que se vuelvan partidarios en el sentido de bancar explícitamente alguno de los partidos que se presentaron a elecciones. Por eso, estimo, decís lo de “no caminar espacios ya transitados”. Pero cuando digo que la convocatoria podría haber sido más precisa no les estoy pidiendo eslóganes de campaña. Marcaba que, por abarcar demasiado, no parecía probable que de la reunión se terminara desprendiendo una imbricación de “esa práctica reflexiva con la involucración activa dentro de movimientos políticos”. Sencillamente porque en dos horas mensuales no podés construir consensos que te permitan eso, y no estamos bajo cualquier coyuntura: estamos en una situación de urgencia.

      11. La discusión sobre el “qué” y el “cómo” me parece un poco vieja; la abordaron demasiados libros en el pasado y muchos argumentan lo arbitrario de una distinción tan dicotómica. En todo caso, para sacarnos el problema de encima, lo podemos pensar provisoriamente como una dialéctica. Igual mi énfasis estuvo siempre en el “cómo”: además de hablar de la forma en que convocaron y de cómo se trató cada tema, hablé de manera explícita sobre las preguntas vinculadas a problemas estéticos y formales de la imagen que no tuvieron mucha resonancia, pero que, como bien marcás, ustedes recuperan para un segundo encuentro. Si en el texto subrayo que las recuperan es porque lo considero importante, aunque, en el contexto electoral, y volviendo al punto anterior, no me parece tan urgente. Por supuesto que las dos cosas deberían convivir, y ese es mi punto cuando digo que el posicionamiento político fue menos sonoro que las preguntas tal vez demasiado abiertas (repito: si la interrogación quiere abarcarlo todo, no termina interrogando nada). Entonces: nada de valorar más la intervención que la reflexión. Solo pido adecuarse al contexto. En cuanto al link con “lo privideriano”, aunque yo no comparta muchas de sus ideas sobre el cine y sobre películas puntuales, me parece un lugar común ya demasiado repetido esto de que Prividera desatiende el “cómo” en su escritura, tan repetido que a esta altura permite la sospecha de una lectura superficial de sus textos, pero daría para una discusión más larga que no es el punto ahora. ¿La otra discusión ya saldada que nombrás es una que hubo en letterboxd? Ya ni me acuerdo de dónde está eso.

      13. Para mí ciertamente hay cosas “imposibles de abarcar”, qué sé yo, es uno de los grandes temas epistemológicos de la filosofía, no vamos a resolver esto ahora. En todo caso, si las cosas se van volviendo más abarcables es porque construimos marcos que nos acercan a aquello que percibimos distante. La intención de mi texto era ayudar a clarificar el marco de la reunión para que los objetivos se vuelvan más concretos y, por ende, valga la redundancia, abarcables.

      14. Acertaste: me asustan algunos tics de la FUC. Entiendo que muchxs asistentes de la reunión y organizadores de Sigilio no los comparten. Cosa que me alegra.

  • Milagros, perdón por el choclo, espero no haber quedado un tanto mazorquero.
    Como venimos haciendo, comienzo contestando sobre el funcionamiento de la reunión y luego paso a “los grandes temas epistemológicos de la filosofía”.
    Entiendo que no se parte de un grado cero de opinión, me refería a la forma que adopta la pregunta. Veo lo del zigzagueo y creo que se debe, como aclaraba en el comentario anterior, a que mi opinión no “representa la del grupo en su totalidad” por lo que el texto fue formulado un poco entre todxs y entre ninguno pero con “una actitud contestataria” que tenía como pretensión que surjan esos prejuicios, o aún mejor discursos, dentro de la charla. Repito: a nosotrxs nos encantaría ser parte de la discusión y no moderarla u organizarla. No sé si coincido en que esto suceda “hasta en la asamblea más direccionada” y sé que hay varias dando vueltas, incluso algunas de tu propia universidad a las que he atendido. Tampoco puedo asegurar que este formato de reunión “no sobra”, lo que sí no he visto son muchas convocatorias que posean preguntas. Entiendo, es un momento de defensa (“habría que” buscar nuevas metáforas, menos beligerantes, para alejarnos de ese ahínco “aniquilador”), pero que eso no signifique un repliegue tal que “nos pongamos a comprar con la lista del almacenero”, como dice Jauretche. De nuevo, no compro con que La Libertad Avanza y nosotros la “Frenamos”. Comprendo que el paralelismo lingüístico que trazo entre estos dos “modelos” da para largo, tal vez en otro momento. Pero sí no me gustaría que se nos escape la idea de que “le parole sono importanti”. Si no veamos, justamente, como puede cambiar el “significante” libertad de dos años para acá.
    Nunca propuse “aplastar” ni destruir ni pasarles la motosierra a esos símbolos; también los considero una fortaleza, parece que discrepamos en las estrategias a utilizar para defenderlos. Pero, además de recordar los globos plateados, basta ver un ejemplo “tan básico como la potencia simbólica” del “Nunca más” en el análisis que hace Schwarzbock sobre el prólogo del libro homónimo para saber que no todo es lo que parece. Pequeño acote: cuando digo impositivo es porque esos fraseos, a la larga, te terminan cobrando impuesto (sin ánimos de secundar a Milei).
    Por lo que sí, gritemos, traigamos hasta aquí nuestra tradición de lucha, pero no por eso pensemos que por gritar más alto vamos a convencer al 30% del país (ni que a ese porcentaje no les signifique nada la cifra 30.000) de nuestras ideas, ni que por soplar más fuerte vamos a tirar la casa. Insisto, tal vez el problema es que “la casa está en orden”; o capaz son lecturas que pueden convivir, si no pensemos en las películas que hacía Ruiz para el PC.
    Si me refería a Prividera era por el paternalismo en lo “de verdad relevante” que esperemos haya llegado a su paroxismo en la nota sobre su libro de Mumblecore, el cual ni había leído. Simpatizo con establecer prioridades, solo digo que veo como comportamiento reccurrente depostiar “lo conflictivo en agentes externos” ¿Esos conflictos existen? Sí ¿Y “dónde estabas tú”? Preguntan Los Jaivas en Palomita Blanca.
    Paréntesis: Sí, pienso en los jóvenes turcos, sobre todo en Godard diciendo que entre escribir y filmar hay una diferencia cuantitativa, no cualitativa ¿No es acaso eso lo que haces vos con tus “Arrebatos” o lo que hizo Guarnaccia con su trilogía de entrevistas? Escribir y filmar, dos verbos; y creo recordar que siempre “es mejor ser un verbo, porque existe en el mundo”.
    Pero volviendo, como creo que escribió algún vocero del INCAA: “un país sin cine es una casa sin espejo”. Y mientras que todo lo que pude leer en diversas críticas hacen que me replantee mi lugar de enunciación una y otra vez yo veo poca preocupación y pocos textos sobre, por poner un ejemplo, la UNA, la cual, mientras se criticaba a cierta película de cine tofu, estaba prácticamente cerrada y su centro de estudiantes convocaba a una proyección de El Joker.

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